Que un país en el cual cada habitante lee medio libro al año no sea pródigo en un género tan elaborado como el ensayo, no es sorprendente. Al menos no para los entendidos. El diagnóstico no es halagueño: en Ecuador, el ensayo goza de mala salud.
Esta reflexión viene a propósito de la reciente presentación de ‘Ensayos reunidos’, de Alfredo Pareja Diezcanseco, a cargo del Centro Cultural Benjamín Carrión (CCBC). La afirmación que el escritor guayaquileño ya imprimió en ‘El ensayo en la literatura ecuatoriana actual’, en los años 40, al parecer sigue igual de vigente: “Si hacemos la indispensable excepción de Juan Montalvo, maestro y creador del género en el Ecuador, no ha sido nuestro país pródigo en ensayistas” o “(…) lo mucho que en nuestro país pretende ser ensayo y lo poco que realmente llega a serlo”.
Xavier Michelena, gerente de Paradiso Editores, se refiere a la carencia de rigor para contextualizar en el momento actual lo afirmado por Pareja Diezcanseco. “Hay muchas obras que se presentan como ensayos cuando, estrictamente hablando, son estudios académicos”.
¿Qué tienen que ver los bajos índices de lectura con la poca producción ensayística en el país? Michelena -quien además es miembro del Directorio de la Cámara del Libro- lo ve claro: “Es un tema estadístico. No pueden surgir grandes ensayistas con una cultura tan precaria. No es como en Argentina, donde la gente está acostumbrada a ir a la biblioteca, donde no le teme al libro, porque no le es ajeno”. La ecuación sería: gente que lee es gente que reflexiona, y por lo tanto es gente capaz de escribir.
A esta realidad hay que añadir el factor confusión; mucho de lo que se dice ensayo no lo es. Una especie de floración en las ciencias sociales (sobre todo en campos como sociología, antropología y estudios políticos), que se ha reflejado en las abundantes publicaciones de reflexiones académicas bajo los sellos de Abya Yala, Flacso o de la Universidad Andina, ha aportado al malentendido. Para Michelena estos han sido etiquetados como ensayo “porque hemos sido laxos con el rigor literario que impone el género”.
El escritor quiteño Francisco X. Estrella también se detiene en este punto específico. “Al ensayista ecuatoriano le falta trabajar con el lenguaje; en sus textos no se nota el gozo de la palabra”. En esto coincide con lo que el periodista y crítico literario Alejandro Querejeta apunta en el prólogo de ‘Ensayos reunidos’. “Es por eso que (Pareja Diezcanseco) lo considera un género literario en plenitud pues ‘se distingue, entre otras cosas, por el esfuerzo personal de interpretación, por la manera individual de sopesar asuntos, manejándolos con un lenguaje poético capaz de convertir la enseñanza en placer’”.
A estas voces se suma la de Raúl Pacheco, editor del CCBC, para señalar que además de la desprolijidad en las formas, al ensayo ecuatoriano actual le falta propuesta, contenido.
“Hay un vacío pavoroso en todos los temas, pero yo creo que sobre todo ahora hace falta una crítica a los servicios culturales, a las políticas culturales, a las estrategias culturales, a todo nivel, tanto público como privado”, asegura.
Separar el trigo de la paja
Sin embargo, el panorama actual no llega a ser del todo desolador, según los mismos entendidos en la materia.
Cada uno con una lista distinta, Estrella, Pacheco y Michelena rescatan las obras ensayísticas, desde su punto de vista, muy sólidas de Leonardo Valencia, Iván Carvajal, Esteban Ponce, Wilfrido Corral, Rut Román, Álvaro Alemán, Juan José Rodríguez, Renata Éguez, Lupe Rumazo y Hernán Rodríguez Castelo.
De hecho, según Michelena, ‘El síndrome de Falcón’ (Paradiso, 2008), de Valencia, incluso ha tenido ecos narrativos en la reciente obra de la novelista chilena Claudia Apablaza. “En la idea de la búsqueda de la libertad literaria del escritor”.
Estrella también rescata la propuesta del sello editorial Cuadrilátero, promovido por el escritor quiteño Javier Vásconez, el cual publicó hace dos años un libro con 11 ensayos titulado ‘Cuadrilátero’. “Se reunieron ensayistas contemporáneos que meditan acerca de la poesía, la escritura y el silencio, las casas antiguas y su relación con la literatura, la amistad y el amor o el cine. Es decir que se salieron de las temáticas tradicionales y eso le dio una vida renovada al género”, dice.
Vicios y obsesiones
Esfuerzos y destellos aislados aparte, Estrella es implacable al identificar los vicios que han llevado a esta expresión literaria a padecer una especie de anemia.
“El ensayo en nuestro medio ha sido aburrido, extremadamente conservador también, y no se ha permitido el debate acerca de la forma. Una de las graves crisis del ensayo contemporáneo ecuatoriano es la predominancia del ensayo académico, que está muy bien, pero que no puede ser el único. Nuestro ensayo adolece de falta de ingenio, de no tener ningún sentido del humor y de ser muy acartonado”, dice el autor del panfleto de crítica literaria ‘El Intoqable’, que circula desde hace pocas semanas en Quito.
E incluso va más allá en las adjetivaciones: “Yo diría que es gris, municipal y espeso”.
Pacheco también cree que una vez que los ensayistas ecuatorianos se sacudan de obsesiones como la de la identidad nacional o la de la vuelta interminable al pasado literario, finalmente esto que el ensayista mexicano Alfonso Reyes bautizó como “el centauro de los géneros literarios” empezará a recorrer el camino de la convalecencia hasta llegar a gozar de buena salud.
Sin datos de la producción ensayística
De tres librerías consultadas (Librimundi, Mr. Books y Libro Express) ninguna tiene un registro de títulos de ensayo ecuatoriano, por razones metodológicas. Algunos ponen a toda la producción nacional bajo una misma categoría, otros reparten los ensayos entre la Literatura y las Ciencias Sociales.
En sus 10 años de vida, Paradiso Editores ha publicado ocho libros de ensayo.
Alfonso Reece, gerente de Librimundi, dice que el lector se inclina por el ensayo político y social. Actualmente los libros ecuatorianos del género que más vende su librería son: ‘Perú y Chile desde las cenizas’, de B. Peñaherrera y ‘Ecuador, señas particulares’, de J. E. Adoum.