Cuando era niña anhelaba tener un juego de pinceles para pintar, pero sus padres no tenían dinero para comprarlo. Mayra Silva la ganadora del último Salón de Julio de Guayaquil, cumplió este deseo cuando tuvo 18 años.De eso ya pasaron siete años y esta cuencana recuerda con nostalgia su infancia. Por la situación económica de sus padres tampoco podía ingresar a una academia para estudiar pintura. Se vio obligada a seguir la carrera de Contabilidad en el colegio Ciudad de Cuenca. Culminó sus estudios secundarios sin ningún tipo de motivación.
Silva entre risas dice que su padre Gualberto deseaba que sea arquitecta, pero que no aprobó el examen de ingreso. En lugar de ponerse triste, fue una oportunidad para vincularse al taller de su tío político Manuel Tarqui, quien es artista plástico.
Con él aprendió a pintar y adquirió conocimientos y técnicas que le sirvieron para aprobar su examen de ingreso a la Facultad de Artes Visuales de la Universidad de Cuenca.Su ex compañero de estudios, Jonathan Ortega, no olvida su preocupación cuando debía presentar un trabajo. Ella estaba pendiente que las obras no tengan ningún error. “Cuando estaba en la Universidad era seria, ahora es ocurrida y siempre cuenta chistes”, dice Ortega.
Julio Mosquera es decano de la Facultad de Artes Visuales. Él destaca su habilidad en el dibujo y su liderazgo entre sus compañeros. “Es propositiva”.
Su gusto por el arte obligó a Silva a perfeccionarse. Hace dos años siguió un curso de pintura asiática con la maestra coreana Sim. Duró dos años y fue la única alumna que culminó las clases. Su dedicación y destreza hicieron que su maestra le regale un juego de pinceles coreanos.
En los últimos tres años perfeccionó la técnica de pintar con acuarela y tinta en cartulina. También participó en exposiciones colectivas.
Para ello, junto a un grupo de amigos, abrió en el 2008, por el lapso de un año, el centro cultural La Higuera. Ese espacio le sirvió para contactarse con pintores cuencanos y hacer exposiciones, en forma periódica.
El artista Fernando Durán expuso en La Higuera. Según él, realizaron una exposición conjunta de una serie de máscaras, cuadros e, incluso, hubo una obra de teatro. “Es organizada y receptiva para trabajar”.
Silva junta sus manos y cuenta sus aspiraciones. Quiere que su trabajo, que lo realiza en la sala de la casa de su madre o en su departamento, sea difundido en otras ciudades del país y no solo en la capital azuaya.
Esa motivación hizo que en una semana arme su obra Virus que se presentó en el Salón Eduardo Kingman en Loja, en abril pasado. Y lo ganó. Pintó a un cerdo contagiado de la influenza AH1N1, que lleva unas patas de animales muertos y que al fondo aparece un cerdo que tiene una áurea de protección.
Mientras que la obra Manuelita sin gasofa, que triunfó en el Salón de Julio, nació de un poema de Pablo Neruda. Representa como la vida es efímera a través de la figura de una mujer vieja que es Manuelita Sáenz. A ella la dibujo en su edad adulta.
El esposo de Silva, Juan Marcelo Barros, es quien se encarga de que su trabajo sea perfecto. Cuida cada detalle del enmarcado de las obras y que los trazos sean exactos. Para él, su cónyuge es sensible y humilde.
Silva, cierra por unos segundos sus ojos y se la escucha “Diosito pon los ojos del jurado en mi obra”. Está frase dijo la artista a manera de oración momentos antes de ganar el primer premio del Salón de Julio.
Esta cuencana, de 25 años, prevé realizar una especialización en historia del arte, dibujo o en pintura. En eso invertirá los USD 16 000 que ganó en los salones de Julio y Kingman.