Escuchar hablar a los cuencanos llama la atención por su singular entonación. Existen hipótesis e investigaciones sobre el origen de ese ‘cantadito’, sin embargo todas se relacionan con el legado de la cultura Cañari.
Esa pronunciación se ha convertido en parte del patrimonio cuencano y pasa de generación en generación, porque el lenguaje se hereda, señala Oswaldo Encalada, quien es escritor y catedrático de lingüística de la Universidad del Azuay.
Según él, la historia dice que los primeros en notar el acento de los azuayos fueron los lojanos. Lo hicieron en 1863 y se atribuye al escritor Miguel Riofrío, quien publicó el libro La Emancipada.
Para Encalada, no es fácil explicar el por qué de esta entonación en Cuenca. Su respuesta se relaciona a los Cañaris; su sistema de comunicación verbal desapareció, “pero todo idioma deja huella” y considera que la acentuación esdrújula es un remanente.
El historiador Claudio Malo coincide con ese criterio. Dice que la entonación Cañari está vigente en las zonas rurales, principalmente. En el campo hay un cantado más pronunciado.
Encalada dice que todas las lenguas tienen su propia entonación ya sea chino, inglés o alemán. “Hay una línea de entonación y acentuación ya sea aguda, grave o esdrújula. Por citar un ejemplo, señala que el español tiene un 85% de palabras graves. En cambio, el francés tiene influencia aguda y el italiano esdrújula. “Los cuencanos hablamos con este último acento”.
Entre risas Malo recuerda su estancia durante seis semanas en Catamarca, al noreste de Argentina. Allí, creían que este azuayo había nacido en esa región. Él dirigió por 30 años el Centro Americano de Artesanía y Artes Populares, y señala que en la zona norte de Argentina como La Rioja, Catamarca y Jujuy también cantan. Cree que tiene que esto tiene que ver con los mitimaes del imperio Inca (traslado de pueblos a otros lugares). Es decir, la entonación al hablar también fue trasladada.
Según Malo, desde el norte de Alausí predomina la entonación aguda. “Pese a ser un país pequeño, en Ecuador se utilizan diversos ritmos al hablar”.
El cronista vitalicio de Cuenca, Juan Cordero, también da su aporte. Según él, el espacio geográfico azuayo coincide con el de los Cañaris, “por ello es una buena hipótesis pensar que de su sustrato lingüístico puede provenir nuestra singular entonación, lo que no se puede decir del kichwa, pues si así fuera, debería extenderse más allá del espacio que hoy ocupan Azuay y Cañar”.
Otros elementos notorios de la pronunciación en Cuenca es la prolongación musical de las palabras, el arrastre o alargamiento de la ere y la entonación general de toda una locución, dice Cordero.
Él destaca la forma correcta de pronunciar la elle. “Su lenguaje también se diferencia por la utilización del diminutivo que se explica como un rasgo de timidez, en un intento de lograr mayor aceptación”.
Otros como el presidente de la Casa de la Cultura del Azuay y poeta, Carlos Vásconez, vinculan la entonación con el entorno natural de la urbe. “Es importante que las personas no renieguen de nuestro cantado porque es un rasgo propio y parte de la identidad”.