Jorge Izquierdo junto a la biblioteca de su departamento, ubicado en el norte de Quito. Hace unos meses publicó ‘El nuevo Zaldumbide’, su tercera novela. Foto: Galo Paguay / El Comercio
En las últimas semanas, los debates sobre civilización y barbarie, que en Latinoamérica comenzaron a gestarse en el siglo XIX de la mano de la literatura, han vuelto a ser parte de los discursos de políticos, académicos y escritores. En esta charla, el escritor y catedrático Jorge Izquierdo reflexiona sobre cómo estas dos categorías atraviesan la vida cotidiana de la sociedad actual.
La Real Academia Española define barbarie como la falta de cultura o civilidad, ¿tú cómo la definirías?
Como palabra barbarie es un término sugerente y atractivo. Como tantas otras ha sido utilizada como una falsa representación de lo que no se conoce. Originalmente lo bárbaro no tenía que ver con algo salvaje sino con algo que simplemente se desconocía. Pensando en el mundo griego los tracios eran los bárbaros simplemente porque no eran de Atenas. Como toda palabra, barbarie tiene sus mañas y es parte de un equívoco que luego se transformó en algo natural que se usa de diferentes maneras.
¿El uso del término barbarie siempre implica una valoración negativa de los otros?
Si no hablamos del uso general que se le da al término, creo que sí. Pero precisamente la tarea de las personas que trabajamos con el lenguaje es buscarle contextos y conceptos a esos términos. Está el caso de ‘Facundo, civilización y barbarie’ de Faustino Sarmiento que es una novela fundacional para la literatura latinoamericana. El contexto de esa obra parte de este miedo que tenían personajes como Sarmiento, de que toda la Argentina se convierta en una pampa y del deseo de que prime algo más europeo. Ahora no nos podemos poner en el plan de que lo local es peligroso.
Montaigne sostenía que la barbarie no está fuera sino dentro, ¿qué piensa?
Creo que la consideración de Montaigne es muy importante. Me parece que es una forma astuta de ver las cosas. Volviendo al libro de Sarmiento no habría que definir a la barbarie como eso que está afuera, como esa pampa frente a la cual nos tenemos que proteger, sino que es algo con lo que potencialmente todos convivimos. Tal vez civilización y barbarie, más que ideas que se oponen, son ideas que siempre están presentes de forma cíclica en nosotros. Todos tenemos un lado terrible y cometemos errores absurdos.
¿Es un síntoma de la polarización social que vivimos que políticos, académicos y escritores incluyan este término en sus discursos?
Habría que analizar los contextos en los que esas personas están hablando de barbarie. Cuando se la utiliza para hablar de los desmanes que se ha vivido en Latinoamérica por estas semanas no hay cómo negar la presencia de esta idea. Barbarie es un término contradictorio porque podemos pensarlo como algo externo sin límites y sin control, o darnos cuenta de que la barbarie también está dentro de cada uno de nosotros.
En este contexto, ¿la antinomia de la barbarie es siempre la civilización?
Las ideas polarizantes siempre son equívocas. Términos como barbarie o civilización siempre están en la punta de la lengua de muchas personas porque nuestro cerebro está habituado a pensar en dualidades. Creo que lo importante es hacer un ejercicio de autocrítica para salir de esas dicotomías. Hace poco terminé de leer un libro del filósofo de origen griego Cornelius Castoriadis, que fundó una revista que se llamó Socialismo o Barbarie. En el libro hace unos estudios de la Antígona de Sófocles que nos permite reflexionar sobre lo que estamos hablando. La idea clave de la obra es que ni Creonte ni Antígona logran tejer conjuntamente las leyes de la ciudad y las leyes divinas, porque los dos cometen actos de hibris (desmesura). Si vemos el mundo encuadrado entre la civilización y la barbarie estamos cometiendo esta especie de pecado griego. Para mí lo importante de este debate son las posibilidades de tejer conexiones entre las dos. No se puede imponer ninguna.
Entonces, ¿pensarnos civilizados es un error?
Creo que pensarnos civilizados es siempre un error. Al igual que barbarie, este término tiene muchos matices y contrapesos que la pueden volver cuestionable. Alguien que cree que somos civilizados está ciego. Sobran los ejemplos en las noticias que nos llegan de todo el mundo. Un día nos enteramos de que cien personas perdieron la vida tratando de cruzar el Atlántico o que en un pueblo de Texas un hombre mató a sangre fría a decenas de personas. Pero también hay cosas más cercanas donde uno se puede dar cuenta de que estamos lejos de ser civilizados. Pienso en la contaminación que producen los buses o la tala de árboles. Cerca de mi casa acaban de talar un árbol gigantesco que era el hogar de muchísimos pájaros. En las manifestaciones de octubre escuché a muchas personas decir que en las marchas la gente fue solidaria pero pensemos que no es necesario esperar una manifestación para ser solidario, cuando lo podemos ser en nuestra cotidianidad.
¿Cree que habría que darles menos uso a estos términos en el ámbito de lo público?
No vamos a erradicar la palabra del diccionario. Todos tienen el derecho de utilizarla si lo creen necesario. No hay que pensar que el simple uso de la palabra es una aberración. Como te decía, creo que lo mejor sería tejer lazos entre civilización y barbarie. Crear una especie de neologismo.
¿Cómo definiría a un bárbaro?
Si nos vamos por el lado de la historia, un bárbaro es un poblador antiguo que de una manera que ni él era capaz de reconocer, chocaba frente a los soldados del Imperio Romano. Me gusta mucho pensar en las invasiones bárbaras. Esta idea que se tiene de los pueblos germanos antes del Medioevo europeo. Puede ser lanzado pero otra definición de bárbaro es la persona que cree que tiene la razón y no está dispuesto a reconocer que también puede tener errores. Los bárbaros son personas que generalmente se rodean de otros que piensan igual que ellos y que repiten lo que dicen.
Si pensamos que toda civilización ha tenido sus bárbaros, ¿quiénes son los bárbaros de la sociedad contemporánea?
En este juego de aceptar el término y no rehuirlo, te diría que un bárbaro de nuestro tiempo es alguien que tala un árbol. Para mí la persona que hizo eso tiene una actitud totalmente barbárica. La vida cotidiana está llena de barbarismo. Pero más que echarle la culpa al otro hay que asumir que la barbarie está dentro de nosotros y que puede activarse en cualquier momento. En ese contexto hay que reconocer que uno no siempre tiene la razón y que no se debe imponer a los otros. Un poco el antídoto frente a esta postura unilateral es la lectura de las opiniones de los otros. Si realmente te interesa entender algo, tienes que hacer ese ejercicio.
Ayúdeme a completar la frase. Ante la barbarie…
Ante la barbarie, la escucha.
¿Por qué?
Porque nadie va a poder negar los beneficios del diálogo. No estoy hablando de los grandes diálogos nacionales vinculados a lo que sucede en el ámbito político o social, sino más bien a la escucha a uno mismo y al otro que piensa distinto que nosotros, pero sobre todo al otro que piensa radicalmente diferente, a ese que habla y se expresa de una manera que en un inicio es difícil comprender.
El escritor ecuatoriano Alfredo Pareja Diezcanseco escribió este famoso libro titulado ‘La hoguera bárbara’. Haciendo alusión al nombre de esta obra, ¿cree que cada uno vive su propia hoguera bárbara?
Más bien creo que cada generación tiene y vive su propia hoguera bárbara. Por ejemplo, si hablamos de la obra de Pareja Diezcanseco el autor nos está hablando de un contexto y una época específica. Es verdad que la historia es cíclica pero hay cosas que siempre cambian, que se recubren de nuevos matices, por eso cada hoguera tiene sus particularidades.