El material particulado es asociado a los vehículos que funcionan a diésel. Foto: Galo Paguay / El Comercio
El humo negro que dejan atrás los vehículos y los buses a su paso por las calles de Quito no solo es molestoso para quienes están cerca en ese momento. En un reciente estudio, se ha logrado determinar que este también contiene metales y compuestos químicos que pueden afectar a la salud de las personas y a la naturaleza. En algunos sectores, metales como el cromo incluso sobrepasan los niveles recomendados.
Estos metales son parte de la composición del material particulado. La concentración de estas pequeñas partículas, asociadas principalmente a la combustión del diésel, es uno de los principales problemas del aire de la ciudad. Según datos de la Secretaría de Ambiente de Quito del 2017, los parámetros de la calidad de aire no rebasan la norma nacional con excepción del material particulado PM2.5, que se ha mantenido sobre la norma históricamente desde los últimos nueve años,
Rasa Zalakeviciute, investigadora y subdirectora del grupo de Biodiversidad, Medioambiente y Salud (Biomas) de la Universidad de las Américas, explica que el material particulado corresponde a partículas inhalables, muy pequeñas, que entran en el sistema respiratorio y pueden causar problemas respiratorios, cardiovasculares y otras enfermedades aún más graves.
En un primer estudio, estos investigadores se enfocaron en el sector de La Mariscal, para poder evidenciar la influencia del tráfico en la concentración de material particulado fino (PM2,5). Esta zona fue elegida debido a la presencia de ciclovías y a la poca variación en la intensidad del tráfico. Zalakeviciute cuenta que esto les permitió determinar que las calles principales, con alta presencia de buses, tienen una contaminación mayor.
Según el estudio, que surgió de la tesis de Adrián Buenaño, las concentraciones de PM2,5 variaron de 27 a 93 microgramos por metro cúbico (ug/m³).
Estos niveles exceden los 25 ug/m³, que son los niveles recomendados por la Organización Mundial de la Salud para 24 horas de exposición. Además, las mayores concentraciones coinciden con las zonas donde están las ciclovías, por lo que podría afectar a la salud de los ciclistas. Zalakeviciute cuenta que ahora están trabajando para expandir este modelo a toda la ciudad.
Katiuska Alexandrino, docente investigadora de la UDLA, explica que, junto a la concentración, es necesario comprobar si estas partículas contienen elementos perjudiciales para la salud. Los elementos químicos, como los metales, siempre están presentes, pero varían dependiendo de la fuente de emisión.
Para determinar la composición del material particulado en Quito, emprendieron un nuevo estudio que fue publicado esta semana en Atmospheric Pollution Research y que contó con la colaboración de la Secretaría de Ambiente. Alexandrino explica que se enfocaron en el análisis de las partículas respirables PM10 en tres puntos de Quito: Belisario, Los Chillos y Tababela.
En el primer punto, la contaminación fue asociada a los vehículos, ya que esta es un área con alto flujo de tráfico y presencia de buses a diésel. En esta zona se obtuvo mayor presencia de metales como cromo, zinc, boro, bario, manganeso, níquel, plomo y cadmio, que son asociados a actividades humanas. Algunos como el cromo llegan a niveles de preocupación, sobre todo en la época de Año Nuevo, relacionado también con el uso de pirotecnia.
El límite recomendado a escala mundial para este metal es 0,2 nanogramos por m³ (ng/m³), mientras que en Belisario se detectó una concentración promedio de 95. Asimismo, la presencia de este metal pesado en todos los puntos es superior a lo recomendado. Alexandrino dice que la presencia de metales pesados es peligrosa para humanos, flora y ecosistemas de la ciudad.
En Los Chillos, los metales encontrados son asociados a los vehículos y en mayor cantidad a las industrias. Por otro lado, en Tababela se encontraron metales provenientes de fuentes naturales, ya que en esta zona no hay un flujo vehicular alto. Zalakeviciute explica que elementos que vienen de fuentes naturales no producen problemas a largo plazo, a diferencia del cadmio o cromo. Ambas coinciden en que es necesario mejorar la calidad del combustible y realizar mayores controles.