Páginas de la publicación ‘Para la historia’, donde junto a un alegato político se exponen las irregularidades en Loja. Foto: www.enciclopediadelecuador.com
En 1901, el entonces presidente Eloy Alfaro terminaba su mandato constitucional, razón por la cual convocó a elecciones para elegir al nuevo Presidente de la República. Para este proceso se presentaron tres candidatos: el general Manuel Antonio Franco, el banquero guayaquileño Lizardo García y el doctor Manuel B. Cueva.
El primero pertenecía al partido Liberal, con una fuerte oposición conservadora; el segundo apenas era conocido en el país y el tercero se hallaba impedido de participar en las elecciones por haber ejercido la Vicepresidencia de la República entre 1897 y 1899. Su candidatura fue impugnada sobre todo por los liberales.
Alfaro, preocupado por la situación, llamó a un grupo de amigos para consultarles sobre la situación del país, caracterizada por un ambiente de tensión social y política promovido por el partido Conservador, que jamás perdió las esperanzas de acabar con el gobierno liberal.
“Todos opinaron que un cataclismo estaba próximo a devorar al país, si no se adoptaba inmediatamente un tercer candidato y que este era el general Plaza Gutiérrez (…) Veíame, pues, compelido a escoger entre la candidatura del general Plaza o la guerra civil inmediata. La situación encontrábase agravada por la invasión que públicamente estaba preparada en el Carchi (por conservadores colombianos) y que devastaría a la República, al no poder contrarrestarla debidamente.
“Si cada uno de los presentes hubiese podido penetrar en lo más recóndito de mi alma, se habría convencido de que todos habíamos procedido de buena fe, y que todos nos habíamos equivocado en nuestro anhelo: con Franco y con Plaza estábamos errados” (Eloy Alfaro, su vida y su obra, Jorge Pérez Concha, Ediciones de la Universidad de Guayaquil, 1978, pp. 254-258).
Finalmente, Alfaro cedió a las presiones de sus allegados, permitiendo que los candidatos fueran Leonidas Plaza Gutiérrez, Lizardo García y Manuel Antonio Franco.
Apenas se llamó a elecciones, Plaza empezó una fuerte campaña “buscando a los liberales más prestigiados, a quienes diligenció para atraerlos y lograr su favor. Este candidato, con apenas pocos años de vida (36), nacido en Charapotó en 1865, hijo de familia distinguida, era un político experto que ya se había hecho sentir en el Congreso, al cual asistía como diputado por Esmeraldas. En este ámbito fue incondicional amigo y servidor de Alfaro, a quien juraba una y otra vez lealtad, pero pronto lo traicionaría, convirtiendo sus palabras en farsa, ya que poseía una desmesurada ambición, así como una visión precisa para lograr desunir a sus opositores a fin de cumplir con su objetivo de llegar al máximo sitial en el gobierno, sin importarle si era leal o no al presidente Alfaro y menos al pueblo.
“Su fin era llegar al poder a cualquier costa, para lo cual desarrolló una maquinaria propagandística estratégica, acudiendo primero a los cuarteles militares, sobre todo a la tropa, sin descuidar a los oficiales, a quienes ofreció puestos, ascensos y canonjías, aprovechando su condición de Comandante en Jefe de las provincias del Sur con sede en Loja; a los banqueros, garantías en sus operaciones mercantiles y a los liberales oportunidades para que sean sus más inmediatos colaboradores. En las provincias organizó de manera inmediata grupos que le eran afines, dándoles instrucciones precisas en cuanto a cómo debían llevarse a cabo las elecciones, las que fueron ganadas con un 74% del total de electores, sobre un 10% y 0,2%, respectivamente. (Trafasías políticas del Liberalismo, Cuenca, s/e, 1912, Edición acéfala, en BAEP.)
Es indudable que Plaza no habría ganado la Presidencia de la República si “no fuese por su habilidad para manejar la situación política del Ecuador de ese entonces, debido a que los problemas, tanto internos cuanto externos, eran críticos; ya que existía gran descontento entre liberales debido a la política alfarista y la forma como el viejo caudillo manejó el país. A ello debe sumarse la reacción continua y violenta de los conservadores que hacían de cada día una guerra santa. Externamente, Colombia era una amenaza continua para el Ecuador, por su apoyo a las fuerzas conservadoras, a pesar de la grave crisis que también sufría ese país, convulsionado por guerras intestinas de carácter ideológico”.
“Por lo tanto, Plaza -consciente de esta realidad- apeló a su gran capacidad como negociador para atraer a su lado a liberales destacados, como Peralta, Moncayo y otros, a quienes convenció para que apoyaran su candidatura, no solo frente al caudillo Alfaro, quien hasta el último momento se opuso a ello, sino a la dirigencia liberal, que ordenó a sus seguidores trabajar por la candidatura del joven aspirante, procurando que este ganara por todos los medios posibles” (Vicente Loor Mendoza, El General Leonidas Plaza Gutiérrez, un manabita de cepa, folleto, s/a, s/e, p. 26).
Ecuador tenía 1 108 353 habitantes en 1901, de los cuales solo 74 074 se hallaban habilitados para sufragar, con la circunstancia de que podían votar solo hombres, quienes debían saber leer y escribir, así como poseer suficiente renta.
El 4 de agosto de 1901, pocos días antes de que Plaza tomara posesión de su mandato, el 1 de septiembre, Miguel Riofrío, presidente de la Junta Electoral de Quito, eleva un informe al ministro José Peralta, señalando, entre otros puntos, los siguientes:
“Señor Ministro, consumada su orden. Espero me cumpla con el ofrecimiento de nombrarme comisario nacional de esta ciudad, para lo cual pido interponga sus buenos oficios ante el Presidente Plaza, quien no es de mi agrado, pero he trabajado duro y creo merezco el carguito (…) le comento que tuvimos que superar algunos inconvenientes en las votaciones en donde se produjeron pequeñas novedades que fueron de inmediato superadas.
– Se permitió que algunos ciudadanos votaran hasta dos veces en el día, con el pretexto de que olvidaron hacerlo en horas de la mañana o tarde.
– Se recibieron listas de peones de haciendas firmadas por sus dueños. Se aprovechó para que sufragaran dos veces cambiando sus nombres. El problema era que muchos no sabían leer ni escribir, pero se ponía el apellido de su patrón, quien sí estaba registrado y se decía: “Voto por mi patrón xxx que sí tiene derecho” y firmaba el secretario.
-Recibimos el voto de algunos ciudadanos oriundos de Loja, Ambato, Guamote, Machala y otros pueblos que estaban de paso, pero los registramos ese momento como que vivían en Quito. Eso sí, nos aseguramos que sepan leer y escribir para cumplir con la ley.
– Los soldados votaron dos y tres veces pretextando hallarse de guardia en los cuarteles de Quito. Si no querían votar, el sargento de guardia los registraba para castigarlos. No había cómo hacer más.
– Varios electores patriotas preguntaron si podían hacer votar a sus padres muertos; a sus hermanos que vivían en diferentes partes o a sus hijos menores de edad. Se
les autorizó, por cuanto todo voto fue en beneficio de nuestro candidato.
– A la hora de la tarde, como ya no había votantes, se ordenó al soldado que estaba presente salir a las calles y traer a los que encuentre para que voten por mi General Plaza, sepan o no leer, aunque ello iba contra la Ley, pero la ley la hacemos nosotros. Así se procedió y logramos aumentar 50 votos…..” (Informe sobre Elecciones de 1901, Procesos electorales, 1901-1924, pp.4-6, BAEP.)
*Doctor en Historia, autor de obras sobre temas nacionales.