Pudo ser, y ese era el enorme temor, una película de clichés. Como los baguettes y mimos en París, o las bailarinas de samba en Río de Janeiro. Pero ‘Coco’, la más reciente obra del estudio Pixar, es ante todo un poderoso homenaje a México, por supuesto con referencias por todos conocidas, pero con una historia universal que explora el complejo tema del legado.
Por un lado está la familia, que aplica el peso de la sangre porque un ancestro optó por la música y abandonó a la esposa y a la hija. Por otro está una pasión prohibida, el conflicto de luchar por una vocación a pesar de la falta de apoyo de quienes deben darlo, la misma familia, atada al pasado.
Video: YouTube, cuenta: Disney Studios LA
En medio está la forma en que el director Lee Unkrich hilvana esta tensión. Desde el inicio, con una maravillosa introducción que recupera la tradición de las guirnaldas de papel picado, hasta el final, cuando el simpático perro xoloitzcuintle Dante se cuela en la celebración del Día de los Muertos y queda claro por qué tenían que poner un can de esta especie y no un chihuahua. Y por qué se llama Dante, un guiño extramexicano.
Este viernes 5 de enero de 2018 se estrena la más reciente producción de Pixar, que conjuga la narrativa del musical con una aventura de búsqueda interior. Foto: outnow.ch
El desfile de referencias, colocadas con inteligencia en el lugar correcto, basta por sí mismo para colmar al espectador. Están la lucha libre y personajes como Frida Khalo y Cantinflas, aunque afinando el ojo hasta Emiliano Zapata aparece. Están detalles más específicos como el peso de las abuelitas que en México poseen dentro de la familia y que, de hecho, es el eje de esta narración. ‘Coco’ es el diminutivo de Socorro, la bisabuela del protagonista y no es gratuito el título de la película.
La lista es interminable: los mercados, las calaveritas de azúcar, los alebrijes e incluso el usar la flor de cempasúchil para conectar el mundo de los vivos con el de los muertos, basado en una historia tlaxcalteca en el inicio de la Conquista. Es la belleza del sincretismo.
Pero también están las canciones (Recuérdame se usa en dos dimensiones, una grandilocuente y otra al final, íntima y reveladora ). Y está el tono, emotivo sin caer en el melodrama, divertido sin apelar al chiste fácil, para llegar a un final que reflexiona sobre la muerte, la verdadera, la que llega con el olvido. Por eso: “recuérdame, no llores por favor”.