Christopher Domínguez Michael estuvo en Quito esta semana; de regreso a México debía cumplir una tarea odiosa: ser miembro de una mesa electoral. Foto: Vicente Costales/EL COMERCIO
A Christopher Domínguez Michael no le gusta (o quizás le cuesta) jugar. Como, evidentemente, le cuesta hablar de algo que no le interesa o que no tenía previsto.
Incluso cuando ese ‘algo’ es la escritura, una actividad que le es más que cercana, vital, porque es uno de los críticos literarios fundamentales de Hispanoamérica de los últimos tiempos.
Sin embargo, aunque le cueste, minutos antes de entrar a un salón atestado de gente en el que presentará un libro de Javier Vásconez –que es para lo que ha venido a Quito–, habla de la escritura, no como literatura (que seguramente es lo que preferiría) sino como acto (un enfoque que claramente no le interesa).
¿En el acto de escribir estamos obligados a pensar?
Pues supongo que neurológicamente es imposible una cosa sin la otra. Yo puedo escribir y al mismo tiempo estar pensando en otra cosa, lo cual, desde luego, no es bueno para el texto. Pero para mí el acto físico de escribir ya sea en computadora o a mano es muy gozoso, desde niño.
Dices que debe ser imposible escribir y no pensar, pero leyendo textos a través de redes sociales da la impresión de que estamos escribiendo todo el tiempo, pero sin pensar mucho.
Tengo cuenta de Facebook, la uso. Me mensajeo, como todo el mundo; me parecen divertidas, útiles… también una pérdida de tiempo. Pero llegaron a mi vida en un momento en que ya estaba formado.
¿Y no chateas con gente que escribe de manera descuidada?
Bue… depende de lo que quiera yo. O sea, si quiero seducir a una mujer, pues le escribo cartas ya sea en papel o en la computadora tratando de conseguir el objetivo, obviamente. Ahora, si estoy con la gente que trabaja conmigo o con mi hijastro, en cosas de la vida cotidiana, entonces no estoy haciendo literatura, estoy quedando en horarios, haciendo vida cotidiana. Para mí eso no tiene nada que ver con la literatura ni con la escritura.
¿Para qué sirve escribir, lo que sea?
¿Lo que sea, así como un recado de “voy a la tintorería”?
Tanto así, no. Digo, escribir como acto, aunque no sea alta literatura.
La escritura en su nivel básico es una herramienta que caracteriza al homo sapiens y lo que me preocupa es que muchos crean que porque les enseñaron a escribir en la primaria pueden escribir cuentos y novelas. En cambio, no todo aquel que estudió química en la secundaria se siente capaz de hacer una bomba nuclear.
¿Cuándo crees que se generalizó esta fiebre por escribir que nos aqueja?
¿Cuál fiebre? Yo no veo ninguna fiebre por escribir.
¿No has visto que hay un montón de gente publicando de todo, todo el tiempo?
Tendrías que comprobarme que se publica más actualmente que en 1950.
No tengo ese dato.
Bueno, somos más y la población alfabetizada ha crecido. Sí, estamos en un momento en el que gracias a Internet nunca se habían editado tantos libros en el planeta. Esto no quiere decir que sean leídos.
¿Qué éramos antes de la escritura?
No sé, no estaba yo ahí. Qué te puedo decir… pues éramos supongo que un poco más animales que ahora, ¿no?
¿Y qué seríamos en caso de que haya un después de la escritura?
No puedo imaginarlo. Pertenezco a una civilización letrada, moriré en una civilización letrada. Te puedo decir que hace unos días estuve en Teherán, Irán, en la feria del libro. Pues me paseaba yo por los pasillos como un analfabeta, porque yo no sé farsi.
¿Y?
Me sentía como cuando era niño y no sabía leer.
¿Te sentiste impotente?
Nooo, sabía yo que era una situación temporal y me daba curiosidad. O sea, mi amor por los libros es tan grande que me metía a los estands a tratar de dilucidar de qué trataban los libros. Y a veces lo lograba porque venía la foto de Kafka o de Camus. A veces no.
Juguemos un poco. Dame un motivo para escribir una carta.
Yo siempre he sido muy epistolar. Y una razón para escribir una carta es comunicarme con una persona que me interesa.
¿Y para escribir un ensayo o una crítica?
Bueno, yo leo para escribir, no escribo para leer. Siempre que tengo un libro en las manos, empiezo a pensar qué se podría escribir acerca de él. Yo soy un escritor que escribe crítica literaria. Pero no me siento en condiciones distintas a las de un poeta o a las de un novelista, porque aspiro a que mis páginas, lo cual no siempre es posible, tengan una elemental dignidad artística.
Seguramente sabes del artículo en el que García Márquez cuenta su dificultad para escribir cartas. ¿A ti qué te cuesta más escribir y por qué?
(piensa un rato) Cheques.
Ya, pero algo un poquito más largo.
Cuando los escritores me hablan de crisis de bloqueo, yo digo: “yo no me puedo bloquear porque de eso vivo”.
Aunque no sea bloqueo, pero siempre hay algo que cuesta un poco más escribir.
Bueno, como a todo el mundo, me cuesta mucho empezar a escribir. Yo soy un burócrata, yo entrego tal día y a tales horas tengo que enviar por e-mail mi artículo. Entonces tengo planeado todo el año; plan que se altera si se muere un escritor o pasa alguna cosa, pero tengo un plan general. Por ejemplo, una situación muy incómoda para mí es no saber de qué escribir porque algo pasó, porque me confundí. Sentarme frente a la computadora sin saber, así nomás a improvisar, sin haber preparado algo es muy desagradable para mí.
¿Es cierto que quien escribe profesional o aficionado lo hace para vivir dos veces una experiencia?
Bueno, yo supongo que los novelistas, de ser cierto lo que se asume leyendo el título de la novela de Proust, van en busca del tiempo perdido. Yo no sé si escribo para repetir o para olvidar; no sé. Nunca me había hecho esa pregunta. Lo que sé es que la mayor parte de cosas que ocurren en la vida, incluidas las más nimias, no son recuperables mediante la literatura. Creo que hay formas superiores; yo creo que la música, que para mí es la primera de todas las artes, sí tiene esa capacidad de absorber sensaciones y sentimientos.
¿Y la escritura no?
En comparación con la música, no.
¿Por qué?
No lo sé. Es el misterio de las musas.