El realizador colombiano fue invitado a participar como jurado de la quinta edición del Festival de Cine Ecuatoriano Kunturñawi. Foto: Julio Estrella
Director y guionista de ‘La tierra y la sombra’ (2015), el debut del colombiano César Acevedo le significó cuatro premios incluyendo la Cámara de Oro como la Mejor ópera prima en la última edición del Festival de Cannes.
Con el objetivo de apoyar la formación de nuevos públicos y fortalecer el desarrollo de la producción nacional, el realizador fue invitado a participar como jurado de la quinta edición del Festival de Cine Ecuatoriano Kunturñawi.
Entre los foros, proyecciones y la presentación de su filme en Quito, Acevedo se tomó un tiempo para conversar sobre su propuesta cinematográfica y las nuevas visiones del cine latinoamericano y en especial el cine comunitario.
No es muy común que una ópera prima regrese con cuatro premios del Festival de Cannes. ¿Cuáles fueron los elementos que marcaron la diferencia?
Trabajamos ocho años haciendo la película (‘La tierra y la sombra’) y confiamos en un proyecto muy humano y honesto que se enfocara más en los sentimientos.
A pesar de ser una historia muy arraigada a nuestra cultura y al valor ancestral de la tierra, también indaga sobre temas más universales como la familia, así como el valor de la lucha y la resistencia en el campo.
¿Entonces la clave son los subtextos por debajo de la historia familiar?
Es un esquema muy sencillo de un microcosmos compuesto por una casa, un árbol y un cultivo de caña y la historia de este retorno al hogar que despierta pasiones dormidas en los personajes, que afloran de forma violenta y dramática.
Eso genera cercanía a través de ese dolor en un contexto social y político muy crítico, que habla de la gente que intenta conquistar su dignidad y su libertad a partir de un trabajo que los enferma y los desplaza en esa idea moderna de progreso.
Ocho años de trabajo. ¿Cómo incide ese tiempo de producción frente a procesos más cortos en el camino a la industrialización del audiovisual?
La película nace a partir de una necesidad personal que parte del dolor por la muerte de mi madre. Entonces más que el tiempo de producción era tratar de expresar a través de este lenguaje todo lo que no podía hacerlo a través de la palabra.
En Cannes la película fue premiada por su estética, contenido y ese trabajo de persistencia. ¿Qué criterios se valoran en un festival como el Kunturñawi?
En el Kunturñawi lo importante es que las películas tengan identidad, que sean auténticas, fieles a sus principios, pues la mirada de cada realizador refleja lo que es y de dónde viene. A eso se suman los valores técnicos y estéticos.
¿Qué se puede destacar de los trabajos locales?
Los trabajos documentales tienen mayor fuerza y un mejor desarrollo. En las ficciones, a pesar de que hay historias interesantes, hace falta mejorar el manejo del lenguaje cinematográfico porque sentía que el lenguaje es muy televisivo.
¿Cómo garantizar la difusión de esta cinematografía?
Hay que entender que la exhibición es un negocio y hay que construir vías de diálogo y crear un compromiso por parte del Estado generando políticas de protección sobre la base de que la cultura no es un negocio y que el patrocinio y la infraestructura no deben estar centralizados.
También es importante formar público desde edades tempranas ampliando la visión a otro tipo de historias.
¿Ha podido identificar rasgos identitarios en el cine de este festival?
Noté que había un contexto político muy fuerte. Muchas películas se definían por los acontecimientos políticos de los últimos 30 años en el país, tanto en las ficciones como en los documentales. Estos últimos están mejor logrados por su investigación y su mismo lenguaje.
Las ficciones están muy ligadas a la ciudad pero también había cierta inocencia en la construcción de personajes, siento que parten mucho de la forma y que se preocupan de producir emociones a partir de la música y otros elementos.
¿Cómo hacer que una cinta muy arraigada en elementos culturales muy locales trascienda en una obra más universal?
Uno habla de lo que es y conoce y sobre todo apela al humanismo de los personajes, sin importar el contexto, sino que sean películas que enriquezcan nuestras vidas y permitan acercarnos a otros y reconocernos como humanos.
El cine es un acto de compartir. La fuerza del cine latinoamericano está en esas historias muy locales y cotidianas, pero que hablan de problemas sociales y políticos más amplios.
¿Cómo abordar la cotidianidad desde una mirada multicultural?
Será un retrato diferente con puntos de vista distintos. Pero el cine es observación, pues no se trata de llegar a un lugar y pararse atrás de una cámara y rodar sino que hay que entenderlo como la oportunidad de acercarse a otros para compartir y convivir.
¿Cómo integrar las producciones del cine comunitario a una circulación más comercial y visible?
Es muy difícil, porque a los exhibidores en cine o televisión no les interesa. Pero también es una cuestión cultural que se traduce en una especie de racismo hacia los pueblos y comunidades indígenas y su forma de ver el mundo.
Por eso es importante la realización de festivales, que son ventanas de difusión pero también espacios donde el público pueda tener la oportunidad de acercarse a estas otras realidades.