El autor de ‘La casa pierde’ visitó esta semana Guayaquil y presentó un libro de cuentos, invitado por la Universidad Politécnica Salesiana (UPS), ubicada en el sur de Guayaquil. Foto: Mario Faustos/ELCOMERCIO
Juan Villoro es una de las voces más destacadas de la narrativa latinoamericana y pluma clave de la crónica mexicana. El escritor reflexiona sobre el apocalipsis a propósito de un libro de relatos.
La noción de lo apocalíptico esta relacionada según Juan Villoro con una pulsión por “cortejar el riesgo” y por la excitación que produce en el género humano la idea de lo catástrofe, una pulsión que puede conducir a la propia autodestrucción. El escritor y periodista mexicano reflexiona sobre lo apolítico a propósito de la presentación en Ecuador del libro de relatos ‘El apocalipsis (Todo incluido)’, publicado por la editorial local El Quirófano.
Villoro presentó el libro esta semana y disertó sobre literatura, crónica y periodismo por los 25 años de la Universidad Politécnica Salesiana (UPS) de Guayaquil.
¿El apocalipsis puede entenderse más allá del fin del mundo o del fin catastrófico de algo como el cierre de un ciclo, el modo en que lo entendían los mayas?
El cuento que da título a este libro surge cuando estaba haciendo una serie de crónicas en ciudades arqueológicas en México. Me fui a la Ruta Maya, llegue a la ciudad de Chichén Itzá en el año 2011 y me enteré que para el fin del 2012 ya estaban reservados todos los hoteles para el mes de diciembre, porque se había corrido el rumor de que se iba a acabar el mundo con el apocalipsis maya. Curiosamente, ciertas personas se dijeron que si se iba a acabar el mundo más valía estar en Yucatán, donde se anunciaba su fin, querían ver el apocalipsis en primera fila, en un turismo de la catástrofe. El libro se llama ‘El apocalipsis (Todo incluido)’ por estos paquetes turísticos que incluyen todos los gastos. Una circunstancia real me lleva a fabular.
¿Esto nos habla de la atracción por la catástrofe?
Hay gente que quiere que le cuentes cosas terribles. Me sorprendió muchísimo que ya estuvieran agotadas las plazas de los hoteles. Pensé que allí había una buena historia que podría tener que ver con un tipo que anuncia el fin del mundo, como estos profetas ‘new age’ (de la nueva era). Ese cuento es la historia de un pícaro que promete el apocalipsis y así seduce a una chica europea, que lo único que quiere es conocer catástrofes en el tercer mundo, porque el tercer mundo sirve para salvar del aburrimiento a los europeos.
¿Hay otro tipo de ‘acaboses’ en el libro, apocalipsis personales, crisis que animan a reinventarse o que convierten a los personajes en sobrevivientes?
Hay apocalipsis muy íntimos, por ejemplo en las relaciones amorosas. Oscar Wilde dijo que todo hombre mata lo que ama, es una exageración porque no necesariamente es así. Pero la posibilidad de la destrucción está presente en casi todas las relaciones humanas y debemos tenerlo presente. También debemos luchar porque la destrucción fracase.
La palabra apocalipsis es un préstamo del griego, que significa ‘revelación’…
Los apocalipsis personales son de ese tipo, crees que todo está acabado pero eso te permite tomar una decisión diferente, que puede llevarte a resistir y sobreponerte, no siempre ocurre así, desde luego. En ese sentido hay derrotas que te aleccionan, iluminan. Creo que las derrotas te enseñan mucho más que las victorias, el triunfo siempre es un impostor, te engaña. En cambio la derrota te obliga a cuestionarte, a ponerte en tela de juicio, aprendemos más de los fracasos, de las derrotas y de los dolores, que de los placeres. Al contrario, el gran problema de los placeres es dominarlos y que no te dominen ellos a ti.
¿De qué forma cree que nos interpela como especie lo apocalíptico?
Lo vemos en nuestra relación con el riesgo, en el hecho de que personas practiquen deportes extremos, coleccione armas, o tenga en su casa arañas venenosas, nos habla de una especie en donde el peligro forma parte de una forma de la excitación. El ser humano se deja llevar por esas nociones y he tratado de reflexionar sobre esto desde la literatura.
¿Hay razones para intuir un final a lo grande y catastrófico si miramos los incendios o huracanes?
Terrible. Hay científicos que han propuesto que se cambie en nombre de nuestra era geológica, actualmente vivimos en el Holoceno, prácticamente nadie lo sabe y a nadie le importa, científicos como el premio Nobel (Paul J.) Crutzen han propuesto que ahora le llamemos a nuestra era el Antropoceno, porque esto reconocería el impacto que el ser humano ha dejado en la naturaleza. La ONU piensa que a partir del año 2050 las condiciones del planeta podrían ser inviables si no se revierte lo que estamos haciendo ahora en términos de contaminación de los océanos, de los cielos, del uso del plástico… Tenemos que tener conciencia de este horizonte amenazado.
¿La idea de lo apocalíptico tiene que ver también con este coqueteo con el riesgo y la catástrofe?
El planeta está en riesgo, vivimos una época terrible por el cambio climático, vemos ahora el incendio en la Amazonía, estamos poniendo en peligro el planeta, pero también deberíamos reflexionar sobre cómo esos peligros nos atraen. Basta ver por ejemplo superproducciones de Hollywood sobre conflagraciones nucleares o posibilidades de devastación del planeta.
¿Es un cortejo al borde del abismo?
Los riesgos siempre nos han atraído, es una condición de supervivencia de la especie, pero si los cortejamos en exceso podemos sucumbir. Veo con preocupación la postura de políticos como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que creen que no es necesario respetar la naturaleza para seguir adelante, yo creo que se equivoca rotundamente.
¿El dilema es en qué medida esta pulsión puede llevar a la destrucción?
Exactamente, lo que se llama la profecía autocumplida, muchas veces dices esto puede pasar y haces todo lo posible para que suceda. En qué medida el ser humano tiene esta pulsión por la autodestrucción. Explorar esto es uno de los grandes cometidos de la literatura.
¿Tenemos una fijación con lo catastrófico?
Y con lo riesgoso, que desde luego es muy atractivo en una especie de cazadores, de depredadores, que cortejó el peligro y lo superó. Al mismo tiempo, en la medida en que hemos dominado la naturaleza nos creemos superiores a ella, este es un artificio humano y un engaño colectivo que debemos disolver, hay muchos limites para el ser humano, lo vemos con las inundaciones, con los incendios, con los terremotos y no podemos ser ajenos al límite natural de nuestra existencia, que es la Tierra misma.
¿Cómo sortear esta pulsión que nos constituye?
Creo que lo que necesitamos es un equilibrio, desarrollarnos, intervenir en la naturaleza, sacar a la gente de la pobreza, pero sin acabar con las condiciones naturales que son nuestro sustento a largo plazo. Para el ser humano es mucho más fácil ser abstemio que ser moderado, si niegas el placer de manera contundente no tienes que resistir a su tentación, en cambio si estás expuesto a los beneficios del placer puedes rebasar un límite. Lo mismo pasa con los grandes desarrollos económicos, el ser humano tiene la tentación de ganar más y más dinero, de ir por una selva tras otra y otra. Entonces encontrar límites es una de las cosas más difíciles, aunque la civilización está hecha a partir de esos límites. Los cuentos del apocalipsis se ubican en ese mundo donde los límites se han vuelto indecisos.
¿Por qué cree que en términos de lo apocalíptico se pasa fácil de lo tremendista a la sorna, a la burla?
La ironía es una manera de sobrellevar un mundo defectuoso, el hecho de que te burles de la realidad no quiere decir que la realidad mejore, pero la puedes sobrellevar mejor. El mundo está mal hecho, nos queda a deber, nunca está a la altura de nuestros sueños, de nuestros anhelos, de las cosas que esperamos, compensamos esas carencias a través del arte, del amor, del sueño y de la ironía, que también nos ayuda con esto. Si bien las cosas no cambian, con el chiste podemos soportar mejor el mundo, acomodarnos mejor en él. El humor es una manera de entender mejor la realidad.