Jorge Morocho. El fuego marcó líneas rojizas en su estudio.
La luz es esa paleta de fotones que pinta el mundo frente a los ojos. En este ensayo de tres años, siete artistas dejaron destellar sus obras.
Sin ella no existiría la fotografía. Sin ella, Gjon Mili no hubiera congelado a Pablo Picasso en 1949, lanzando pinceladas en el aire, sobre la nada. Esta técnica parte de una línea de tiempo -de 15 a 30 segundos- y usa una fuente de luz -linterna o vela- como si fuese un pincel. Su lienzo es el espacio.
Los trazos luminosos fueron plasmados por siete artistas plásticos. Dibujar algo que los identifique fue esa chispa que encendió su creatividad.
Todos aceptaron, inicialmente envueltos en la penumbra de la duda. No fue hasta ver las gráficas que la luz despejó su incertidumbre.
Daniel Adum. Los trazos simétricos destellan en su obra.
Elisa montero. Los óleos fueron desplazados por una linterna. La artista y su obra ‘Transformas’ quedaron plasmadas sobre el mismo lienzo.
Jorge Morocho usó una vela como brocha. Daniel Adum escogió una linterna para crear líneas más robustas. Saidel Brito escribió: ‘Mi honra no se marchitará jamás, carajo’. Allan Jeffs iluminó todo su estudio para formar rostros de ‘luz-idez’, como los denominó.
Maureen Gubia. En la obra ‘El fantasma del sucre pastel’, la pintora y su creación se funden en un espejismo incandescente.