Las cifras sobre los recicladores de base, una tarea pendiente

Laura Guanoluisa está orgullosa de su trabajo. Dice: “Nosotros limpiamos el rostro del mundo con nuestras manos”. Foto: Julio Estrella / El Comercio

Es un trabajo sin horario, sin sueldo fijo y sin oficina. Se lo realiza en la calle, hurgando entre los desechos que la gente genera. Los recicladores de base cumplen con una labor noble que ayuda no solo a la ciudad, sino al planeta.

Son el primer eslabón en la cadena de reciclaje. Se encargan de hacer una separación y recuperar los plásticos, cartones, papeles, botellas y metales. Los recolectan y venden a empresas que les dan un nuevo uso. Es un trabajo difícil y mal pagado. El 99% de las personas que se dedican a esta actividad no están afiliadas al Seguro Social, ni tienen ningún beneficio de ley.

Marlene Toaquiza, de 59 años, cumple esa tarea en el sector de San Carlos, en el norte de Quito. Trabaja junto a su hija Marcia, de 40 años, y su nieta Kimberly, de 18.

Entre las tres, todos los días, recorren cerca de 10 manzanas en busca de material reciclable. Al mes, entre todas reúnen unos USD 280. Con eso pagan la renta de un cuarto en Llano Chico (USD 70), y hacen compras para la comida.

En el país no hay un registro actualizado del número de recicladores de base. Apenas este año, el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) empezó a realizar un censo a escala nacional, pero aún no termina. A la fecha, no se sabe cuántos son ni dónde están o las condiciones en las que laboran.

Hasta el momento, se ha levantado información en 21 provincias. Esperan terminar a fin de mes y generar programas en beneficio de este grupo. El IESS recibirá la información levantada, “para que puedan analizar la factibilidad de crear una categoría de afiliación para el trabajador autónomo reciclador de base”.

La cifra aumentó

En Quito tampoco hay una cifra oficial. Sin embargo, algunos recicladores se registran en la Secretaría de Ambiente para calificarse como gestor ambiental de menor escala. Allí se encuentran regularizados 850. Ellos reciben algunos beneficios como capacitación.

Laura Guanoluisa, de 49 años, presidenta de la Asociación de Gestores Ambientales del Distrito, cuenta que se conoce que solo en Quito, hace casi tres años, había 3 400 personas dedicadas a esa actividad, pero debido a la pandemia esa cifra aumentó, al menos 50%.

Dice que los primeros cuatro meses de la pandemia los golpeó con saña. No podían salir a la calle por la restricción, y por el miedo de contagiarse, y lograron sobrevivir gracias a los kits que recibieron de empresas privadas y del Municipio. A partir del quinto mes, más recicladores salieron a las calles.

El 70% de los recicladores son mujeres, y al menos la mitad, es mayor de 60 años. También hay madres solteras y con discapacidad. A nivel nacional, dice, se estima que unas 20 000 familias se dedican a reciclar a pie de vereda.

Para mantener a sus cuatro hijos, desde hace más de 25 años, Guanoluisa trabaja desde las 06:30 hasta las 20:00, de lunes a sábado. En más de 12 horas de trabajo puede reunir entre USD 280 y USD 400 cada mes. La cifra es mayor a lo que reúne la gran mayoría, porque ella pertenece a los Centros de Educación y Gestión Ambiental de la Emgirs. No tiene dependencia con el Municipio, pero como pertenece a una asociación, junto a sus compañeros están organizados, se afiliaron al seguro social como trabajadores de medio tiempo y aportan USD 40 al mes.

José Guevara, líder de la Unidad de Comercialización de la Emgirs, cuenta que disponen de cuatro centros en donde trabajan 40 personas y logran recolectar cada mes, con arduo trabajo, 120 toneladas. Quito produce cada día 2 200 toneladas de basura.

Una de las ventajas de estar en este proyecto es que el trabajo se vuelve más digno. Hacen convenios con empresas y centros comerciales quienes hacen una separación previa de los desechos.

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