La agrupación cultural Agua Viva recupera la tradición afroesmeraldeña

Los integrantes de Agua Viva venden sus productos en diversas localidades de Esmeraldas, en envases plásticos. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO.

Los integrantes de Agua Viva venden sus productos en diversas localidades de Esmeraldas, en envases plásticos. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO.

Los integrantes de Agua Viva venden sus productos en diversas localidades de Esmeraldas, en envases plásticos. Foto: Marcel Bonilla/ EL COMERCIO.

La agrupación cultural Agua Viva reactiva las creencias ancestrales del pueblo afroesmeraldeño con la tradición oral y el uso de la medicina ancestral para curar a sus enfermos.

Con música de arrullo, acompañados del bombo y maracas, sobre un estante muestran una variedad de plantas curativas como llantén, ruda, gallinazo, flor ­amarilla, discansel, zaragoza y palo santo.

En galones y botellas plásticas se observan las hierbas mezcladas con otras, cada una con un fin específico: curar los bichos o parásitos, lograr la limpieza del estómago y otros.

El grupo canta alabaos, arrullos y chigualos, con los que atraen al público para que conozca la preparación de las llamadas botellas curadas con plantas que cultivan en sus huertos.

Estos preparados eran utilizados por los ancestros para currar el dolor de estómago, estimular la fecundidad en mujeres y quitar el frío del cuerpo del campesino afro antes de las labores agrarias.

Aída Valdez, la más antigua de grupo Agua Viva, explica que por 20 años han fusionado la música tradicional con la enseñanza de antiguas prácticas ancestrales con fines curativos.

Las enfermedades tradicionales del pueblo afro también son atendidas como el ojo, una enfermedad que da a los niños por su vulnerabilidad, cuando reciben vibraciones negativas.

Esta se presenta con dolores de estómago, se hunden las cuencas de los ojos y en ocasiones hay fiebre. Para curar el ojo se mezclaba flor amarilla, romero, palo santo, chirarán, zapallo macho y aguardiente, cuenta Ruth Vivero, una de las arrulladoras.

Otra de las enfermedades es el espanto, que ocurre cuando las personas reciben un susto o una fuerte impresión, mientras que el malaire se adquiere por gases nauseabundos, especialmente de cadáveres en descomposición, y se presenta con vómitos, diarrea, decaimiento en general.

La escritora esmeraldeña Telia Estupiñán, en su libro titulado ‘El tronco’, explica cómo las abuelas tenían conocimientos ancestrales para curar cada una de las enfermedades den su natal Montalvo, norte de Esmeraldas.

De esa manera se preparaban tomas para mujeres infértiles. Para ello se hacía un jarabe con tres calabacitos tiernos, que se hervían en un litro de agua, luego se rallaba una pepa de arrayán.

Para detener las diarreas se ingerían guayabas, así como hierbabuena machacada, exprimida y cernida. El zumo se tomaba en el primer hervor. La planta también poseía poderes cicatrizantes, con los cuales se curaban las heridas superficiales.

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