Introducción:
Decir que Adelaida Jaramillo es la directora de Palabra Lab y Ciudad Mínima es quedarse corto, porque es más que eso; es una inventora, que mientras inventaba un oficio se reinventaba a sí misma.
De no haber cogido un libro hasta los 34 años, y casi que aborrecer los libros, ha pasado a liderar la promoción de la lectura en Guayaquil y a llevar adelante un festival de micronarrativa que va cobrando importancia internacional. Adelaida es alegre; su gracia natural (en lo que dice y cómo lo dice) hace que una conversación de más de una hora pase como un suspiro. Y su entusiasmo por lo que hace, marketing literario, es contagioso.
Testimonio:
Lo mío es un caso de estudio. Siempre trabajé en marketing, desde que se llamaba publicidad. Y antes había estudiado Diseño de Modas; tuve un ‘atelier’ de alta costura y una marca de ropa para perros. Ahora hago marketing literario, que es algo que me da ganas de levantarme todos los días. Que un niño al final de un taller me pregunte qué más puede leer del escritor que acabamos de leer, me paga todo el camino que he recorrido hasta llegar acá.
El marketing de servicios en el que siempre estuve (ha trabajado en bancos y clubes de yates) me ha ayudado mucho a lo que hago ahora, que es promoción de lectura. Yo no veo a la Literatura como algo elitista, solo quiero que la gente lea; si quieren leer Paulo Coelho que lo lean, yo no tengo problema. Eso me ha traído un par de roces en este medio, porque no soy una purista de la Literatura. Entonces, hay puristas que me quieren muchísimo y otros que me detestan. Pero mientras tenga gente como Cecilia Ansaldo (catedrática, especialista en narrativa ecuatoriana) o Leonardo
Valencia (escritor) hablando de mi gestión, eso es un aval importante para mí.
He incorporado las herramientas del marketing a la gestión cultural y a la enseñanza, por eso digo que hago marketing literario. No puedo decir que hago Literatura, porque todavía me falta un año para terminar Comunicación con mención en Literatura, que es lo que pude conseguir acá.
Parte de mi compromiso con esto es estudiar Literatura. Porque si tengo un espacio con el que me quiero quedar, necesito tener las bases. Así que volví a la universidad hace tres años, después de haber dejado de estudiar más de 12 años. Estoy sacando una licenciatura de cero.
Y no tengo hijos ni me he casado, pero he sido superenamoradiza y he tenido, como dicen mis amigos, operación ‘last chance’ por lo menos unas tres veces (se ríe a carcajadas). Nunca en mi vida me he visto vestida de blanco, pero sí me he imaginado con niños. Y ahorita, a los 40, sí es un tema que me preocupa, pero no me desespera ni me causa frustración. De todas maneras, sí quiero tener primero un hogar para darle estabilidad a mi hijo o a mi hija.
Yo me doy hasta los 50 para encontrar a alguien, y a esa edad ya no he de poder tener hijos así que voy a adoptar. No es que no tener un hijo biológico sea algo que me haga sentir menos, aunque sí me gustaría. Pero no lo voy a tener por tenerlo, porque es una responsabilidad supergrande.