Entre 15 000 y 30 000 reclusos en cárceles de la extinta República Democrática Alemana (RDA) fueron sometidos a trabajos forzados como "instrumento de reeducación", según la versión oficial, pero realmente con el único objetivo de cumplir un plan económico o incluso superarlo.
"¡Abran la barrera!" Con esta orden lanzada en medio del pánico el 9 de noviembre 1989, el guardia fronterizo de Berlín-Este Harald Jäger dejó a una muchedumbre de alemanes del Este abalanzarse hacia el Oeste y hacer caer el Muro.
Riccardo Ehrman formuló la pregunta que precipitó uno de los hitos del siglo XX. El corresponsal de la agencia italiana Ansa en Berlín asistía a una rueda de prensa el 9 de noviembre de 1989 cuando pidió más detalles sobre una nueva ley de viaje en la Alemania comunista (RDA). Lo que siguió es historia.
"Los cuerpos son destruidos, las almas también", afirma Ines Gleipel, exvelocista de Alemania Oriental y presidenta de una asociación de víctimas del dopaje para describir su situación que califica de "catástrofe", 25 años después de la caída del Muro.
El Muro de Berlín fue uno de los símbolos más poderosos del siglo XX, pero también un objeto muy concreto formado por toneladas de hormigón. ¿A dónde fue a parar después de su caída hace ahora 25 años? La respuesta ofrece sorpresas y alguna polémica.
El filósofo y sociólogo Jürgen Habermas llega hoy a los 85 años sin dejar de ser uno de los intelectuales más influyentes de Alemania, tras una larga carrera como académico y ensayista en la que ha contribuido a interpretar la actualidad política de su país y del mundo.