Ines Geipel, ex atleta de la República Democrática Alemana (RDA), habla con la AFP en Berlín. Odd Andresen / AFP
“Los cuerpos son destruidos, las almas también”, afirma Ines Gleipel, exvelocista de Alemania Oriental y presidenta de una asociación de víctimas del dopaje para describir su situación que califica de “catástrofe”, 25 años después de la caída del Muro.
Primera deportista de la antigua RDA en haber pedido en 2005 a una federación suprimir su nombre de los récords oficiales nacionales, Geipel, nacida Schmidt, de 54 años, se bate desde hace varios años por que se reconozca el estatuto de víctimas a los atletas de la Alemania del Este, nación que había erigido el deporte como vitrina del socialismo.
Según diversas estimaciones, unos 10 000 deportistas fueron dopados en RDA, sobre todo en los años 70 y 80, cuando el pequeño país de 16 millones de habitantes ganaba muchas medallas. La RDA terminó segunda en la clasificación de naciones en los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976, detrás de la URSS. Una plaza conservada en Moscú en 1980, en los Juegos boicoteados por Estados Unidos, y en Seúl en 1988.
La natación y el atletismo eran los deportes reyes y algunos récords de la época, como los de Marita Koch en 400 metros (47.60, 6 de octubre de 1985) se mantienen. Pero el precio a pagar fue el de un dopaje organizado. “Recibimos cartas que cuentan cosas como: ‘yo era gimnasta y no me puedo mover. ¿Pueden instalar en mi casa un ascensor?’. Esta persona tiene 40 años”, cuenta a la AFP Geipel, cuya asociación ha puesto en marcha una célula de acogida que sigue más de 700 dosieres.
Los daños físicos como psicológicos (depresiones, suicidios…) son “enormes”, explica. “Con la toma de esteroides, de hormonas masculinas, los órganos, el corazón, los riñones, el hígado son envenenados, destruidos”.
‘Encadenados’ y ‘olvidados’
Para las mujeres, las consecuencias han sido duras: “insuficiencias ovarianas, niños disminuidos”, y “los daños llegan a sus descendientes”. Uno caso emblemático es el de Andreas Krieger, que era una mujer, Heidi, lanzadora de peso, campeona de Europa en 1986 con una marca de 21,10 m.
Se convirtió en hombre a fuerza de tomar sin saberlo hormonas masculinas y se sometió en 1997 a una operación de cambio de sexo. Con “la sobrecarga de entrenamiento consecuente a la alteración química, el cuerpo está agotado. En algunos deportes como la halterofilia, la espalda, las articulaciones están destruidos”, detalla Geipel.
El 20 de octubre, el excoloso de la RDA, Gerd Bonk, doble medallista olímpico y explusmarquista mundial de halterofilia en la categoría de los superpesados, falleció a la edad de 63 años. Tras sufrir serias lesiones, cayó en coma a finales de septiembre. “Su muerte tiene un significado simbólico”, señala Geipel.
Bonk escribió un día que había sido “encadenado por la RDA, (y) olvidado por la Alemania reunificada”. La presidenta de la Asociación de víctimas del dopaje comparte su amargura. “No hay ningún apoyo de parte de los políticos y absolutamente nada por parte del deporte”. “Escribí el año pasado al presidente (de la República) Joachim Gauck, diciéndole que 25 años después de la caída del Muro, sería un bonito gesto invitar a entre 10 y 20 víctimas al castillo Bellevue (su residencia oficial). Imposible”, afirma Geipel.