Viendo a jóvenes y adultos pendientes del teléfono a cualquier hora y en cualquier lugar, pienso que el celular se ha convertido en el nuevo espejito mágico capaz de reflejar, sobre todas las cosas, la belleza y la valía de los millones de usuarios. Todo pasa por el espejo, lo mismo el perro que la abuela, la procesión del Corpus o el último chiste. Es la vida contada en directo de forma visible y evidente. ¡Adiós a la intimidad!, ¡adiós al comedimiento!, ¡adiós al pudor!, ¡adiós al buen gusto! ¡Bienvenidos al gran show del yo, a las efímeras historias que compartimos en la ficción de que nuestra vida le interesa muchísimo a los demás. ¿Será verdad? ¿Interesará nuestra vida o el nuestro será sólo un personajillo de quita y pon? Tiempo hubo en que la intimidad era como un santuario que sólo abría sus puertas a los iniciados en la amistad o en el amor. Ahora, la intimidad se ha convertido en un espectáculo que traspasa todos los confines de la tierra. La pantalla del teléfono se ha conve
En uno de sus célebres apólogos, Oscar Wilde presentó alguna vez a sus contertulios una provocativa versión de un viejo mito: dijo que cuando Narciso murió, las Oreadas se acercaron al estanque y lo encontraron triste. “No nos sorprende tu tristeza –le dijeron–; nadie más que tú para lamentar la muerte de Narciso”. “Sí –dijo el estanque–, nadie amó a Narciso más que yo”. “Todas le amamos –dijeron las Oreadas–, pero tú fuiste quien mejor conoció su belleza”, a lo que el estanque respondió: “¿De verdad era bello?”. Sobrecogidas por una sorpresa que antes no tuvieron, las Oreadas replicaron: “¡Pero quién podría saberlo más que tú!”, y el estanque dijo al fin: “No, nunca lo supe; yo le amaba porque al inclinarse sobre mis aguas, yo podía ver mi propia belleza reflejada en sus ojos”.
Dice el mito que Narciso, tan enamorado estaba de la imagen que veía de sí mismo en el espejo de agua de la bella laguna, que no se atrevió ni a beber por temor a dañar el reflejo de su cara en las límpidas aguas. Absorto y alucinado por su propia imagen intentó besarse. Terminó arrojándose en el agua, se dejó caer y murió. Narciso se embelesó de su propio ser mientras que de Eco, la rechazada ninfa, la que quedó confinada a repetir lo que otros decían, quedó solo su voz y su soledad.