Dice el mito que Narciso, tan enamorado estaba de la imagen que veía de sí mismo en el espejo de agua de la bella laguna, que no se atrevió ni a beber por temor a dañar el reflejo de su cara en las límpidas aguas. Absorto y alucinado por su propia imagen intentó besarse. Terminó arrojándose en el agua, se dejó caer y murió. Narciso se embelesó de su propio ser mientras que de Eco, la rechazada ninfa, la que quedó confinada a repetir lo que otros decían, quedó solo su voz y su soledad.
El poder está tan distraído, embelesado, enamorado, absorto, alucinado, prendado de sí mismo, que, como en el mito, parece no escuchar las voces de Eco. Los narcisos están tan distraídos, mirando su propio reflejo en las aguas de la retórica y de la propaganda, que son incapaces de reconocer que han podido errar.
No escuchan a Eco, cuando le dice, en voz del cómico inglés, que en las redes sociales hay mucha basura y que no merece la pena entrar en una guerra contra ellas. Peor entrar en una guerra contra el humor. Los narcisos actuales tienen oídos solo para las ofensas proferidas hacia ellos pero ni ven ni leen ni escuchan las ofensas proferidas por ellos mismos y por sus aduladores, contra quienes escriben, opinan, denuncian. Los narcisos de hoy son mayoría y ganan de forma aplastante a cualquier Eco que se le ocurra cuestionarlo hasta llegar a niveles del absurdo y hasta volver yermos los debates. Siempre tienen la razón. Aunque no la tengan.
Los representantes de casi todas las instancias de poder son sensibles Narciso. No se los puede tocar ni con el pétalo de una rosa. Ven fantasmas donde no los hay. Están enamorados de su perfecta imagen. Imagen que a ratos se mancha cuando ven lo que no quieren ver: que un hospital no ha sido tan eficiente como se pensaba; que hay bodegas clandestinas de medicinas; que hay redes de corrupción; que se caen los helicópteros adquiridos con bombos y platillos; que un primo acusado se va a una boda y no vuelve más; que alguno que fue Ministro se ha engullido un cheque; que se encuentran avionetas, pistas clandestinas y toneladas de droga en el país más lindo del planeta; que la justicia no es tan transparente como el agua y que a veces parece más bien turbia; que suben las cifras de desaparecidos; que los senderos han sido carreteros y que hay cosas que no funcionan. Por eso no les gusta la prensa que muestra la cara de la moneda que prefieren no ver.
Los narcisos están distraídos, mirándose embelesados en el frágil espejo de agua. Diciéndose a sí mismos que son los más bellos, los más eficientes, los más justos, los más correctos, los que han cambiado al país, los que han construido las mejores cosas. ¡Si de vez en cuando escucharan el eco de las voces ciudadanas!El espejo de agua es frágil. Más aún, cuando llueve.