Huele a leña quemándose (aunque la imagen puede no ser muy afortunada estos dÃas de incendios atroces); pero ese olor, de entrada, hace que uno se sienta acogido. Como cuando se llega a la casa de una tÃa abuela, tan familiar y prometedora por las viandas que suele servir, porque justo eso es La Vieja Europa: un sitio al que mucha gente de Quito fue hace años, en el que pasó de lujo y al que se añoraba volver.