Una mujer, al parecer culta e inteligente, me ha escrito una carta (todavía hay gente que escribe cartas) en la que me dice que lee fielmente mis artículos de opinión, pero que no siempre está de acuerdo con mis opiniones. Me alegró infinito, porque lo más importante no es estar siempre de acuerdo, sino pensar, acoger, tolerar y aprender. Una vez más hablábamos de la corrupción y de lo que ella significa para nuestra sociedad.
Es evidente que estamos en puertas de campaña electoral. Y, ante lo que se nos avecina, habría que recordar algunas cosas que nos permitan vivir este tiempo de forma ética y serena.
La vida no siempre nos depara tiempos felices. A veces tiembla la tierra y, otras veces, es el corazón el que se remece y nos quiebra. La vida arrancada de cuajo no deja demasiado espacio para la poesía, pero en la mayoría de las ocasiones, a pesar del dolor, siempre hay un espacio para la sobrevivencia. Muchas personas, en Manabí y en otros muchos lugares, han experimentado en estos días qué significa sobrevivir y gozar de una nueva oportunidad.
Algunas personas se preguntan si el terremoto, y cuantos males nos afligen por los siglos de los siglos, no serán un castigo de Dios… Lo malo no es pensarlo, sino deseárselo a otros, asumiendo el papel de jueces cuando no de verdugos. Tristemente, también hay lecturas de fe que solo dejan espacio al desaliento.
En esta semana que fenece he tenido la oportunidad de presentar en la Unach el libro del P. Gerardo Nieves ‘¿Qué es la política?’, en base al pensamiento de Hannah Arendt, filósofa de origen judío, errante por los caminos del mundo, en la medida en que le tocó huir del horror nazi. Más que su sabiduría política y filosófica me ha conmovido su actitud ética ante la vida.