“¿Todo vale para llegar a los ojos de los consumidores?”, se pregunta la revista virtual Playground Mag, sobre el maquillaje de alimentos. La respuesta no es tan sencilla como un sí o un no, pues al fotografiarlos intervienen distintos factores como el tiempo, el calor y la humedad que pueden alterar ciertos productos, descomponiendo su aspecto inicial.
La fotografía gastronómica es el origen y lo que se denomina #foodporn el resultado evolutivo. Aunque claro, capturar instantáneas con un celular- en un ambiente por poco improvisado- no se compara al proceso que implica una sesión profesional de fotografía de comida. En todo caso, lo que importa, ante todo, es lograr que ese cheesecake, ese bombón o ese salmón al grill se derritan en la boca de quienes lo ven aun cuando hay una pantalla de por medio.
Ostras servidas con hielo y limón. Sabrosas. Tan perfectas y delicadas que provoca tomarlas y de un solo bocado devorarlas, sentir el frescor de mar en el paladar, acabar con todas en menos de cinco minutos. Pero no se puede. No es posible atravesar la pantalla del computador o del smartphone con las manos. Es solo una fotografía, una muy provocadora (en exceso), de tantas que se diseminan en Internet.