El contraste entre la Constitución teórica de Montecristi y la aplicación prevaricadora para hacer cumplir y respetar la Constitución, nos induce a pensar en un vigésimo primer texto constitucional que sea más pragmático y no “un canto a la vida”, como el sumak kawsay que ni siquiera permite vivir en paz, rodeado de una delincuencia criminal.
Principios constitucionales que declaran irrenunciables a todo derecho mientras se despide a miles de servidores públicos con un simple decreto ejecutivo; una Función Judicial y Fiscalía a paso de tortuga discapacitada, “los inocentes presos y los culpables libres; un Consejo de Participación Ciudadana y Control Social que no controla ni fiscaliza; una Corte Constitucional intocable y cuestionada; y, muchas designaciones discutidas.
Esta es la realidad de una Constitución hecha para 300 años y que muchos pedimos a gritos otra constituyente, donde desaparezcan los candados y trafasías, donde todo dignatario público tenga la obligación de rendir cuentas al pueblo cuando sus mandantes lo exijan.