Leonardo Caiza, un taxista de 67 años y paciente de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), falleció el 1 de septiembre de 2024 a causa de un paro respiratorio.
Este trágico desenlace ocurre en medio de los esfuerzos de su familia por solicitar la aplicación de la eutanasia, un proceso que aún enfrenta barreras burocráticas en Ecuador.
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En los últimos días de su vida, la familia de Leonardo estaba a la espera de un documento crucial para que su solicitud fuera procesada por el Ministerio de Salud Pública (MSP).
Sin una ley específica aprobada por la Asamblea Nacional, el procedimiento para solicitar la eutanasia sigue siendo complejo y lento.
Una batalla contra el tiempo y la burocracia
Pilar, esposa de Leonardo, quien tiene 55 años, comentó que su esposo falleció en la mañana del domingo, después de haber estado luchando contra una enfermedad que deterioró gradualmente su capacidad motora.
El diagnóstico de ELA llegó después de una serie de exámenes médicos, incluyendo resonancias magnéticas y tomografías.
La enfermedad, que comenzó con síntomas leves como un amortiguamiento en un dedo del pie izquierdo, progresó hasta afectar severamente el control de los músculos y extremidades de Leonardo.
En febrero de 2024, la Corte Constitucional de Ecuador aprobó la demanda de Paola Roldán, quien también padecía ELA, permitiendo así que se puedan considerar solicitudes de eutanasia bajo condiciones específicas. Sin embargo, la falta de una ley integral sigue siendo un obstáculo significativo para muchas personas que buscan esta opción.
En agosto de 2024, un almuerzo familiar en honor a Leonardo permitió a sus seres queridos despedirse de él en un ambiente de apoyo y cariño, marcado por música ecuatoriana y momentos compartidos.
La ELA no tiene cura
La esclerosis lateral amiotrófica (ELA) es una enfermedad neuromuscular progresiva que afecta las células nerviosas en el cerebro y la médula espinal. Esta condición provoca una degeneración gradual de las neuronas motoras, responsables de controlar los músculos voluntarios del cuerpo.
Como resultado, los pacientes experimentan debilidad muscular, pérdida de coordinación y parálisis progresiva. A medida que avanza la enfermedad, las personas pierden la capacidad de moverse, hablar, tragar e incluso respirar.
La ELA no afecta la función cognitiva, por lo que los pacientes permanecen mentalmente alertas mientras su capacidad motora se deteriora. No existe una cura conocida para la ELA, y el tratamiento se centra en aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida del paciente.