La inteligencia artificial (IA) está transformando rápidamente el panorama educativo en todo el mundo, y Ecuador no es una excepción. En los últimos años, este tema ha entrado en los currículos de educación media-superior en diálogos sobre las implicaciones filosóficas de su uso, las ventajas que tiene en el aprendizaje de nuevos conocimientos o los desafíos para las sociedades del futuro. ¿Pero realmente se la está aprovechando en clases?
Una de las aplicaciones con mayor perspectiva de la IA en la educación es en el área del aprendizaje personalizado. Las plataformas de aprendizaje impulsadas por IA pueden recopilar datos sobre el rendimiento y las preferencias de los estudiantes. A partir de esto, utiliza la información para crear experiencias personalizadas para cada alumno.
Para Daniela Ulloa, docente de informática, el problema radica en que no hay unos lineamientos gubernamentales claros sobre el tema. Esto, explica, hace que no se pueda incorporar a la IA como un componente pedagógico, especialmente entre los estudiantes que están en transición a la universidad. Señala que “ellos llegan a la educación superior con un manejo mediano o alto de la IA, saben hacer prompts, pero no saben aprovechar la información o ser críticos con respecto a los resultados de ChatGPT o Google Bard”.
Frente a esta situación, en su caso ella utiliza los recursos del Programa de inteligencia artificial para 1° y 2° medio: fundamentos, ciudadanía y ética. Se trata de una iniciativa del Ministerio de Educación de Chile, Educarchile y el Massachusetts Institute of Technology. Los contendidos, al ser pensados para estudiantes de educación media, tienen como objetivo el uso de la IA en materias como Geografía, Ciencias Sociales o Matemáticas.
El problema también es el desconocimiento de la IA entre los docentes
Hace unos seis meses, un estudiante de noveno año le enseñó ChatGPT a María José Salazar. Esta fue la primera vez que la profesora de Lengua y Literatura, con más de 15 años de experiencia docente, interactuó con la plataforma. Desde entonces, ha utilizado a la IA como un asistente pedagógico.
“Lo uso principalmente para crear ayudar a los estudiantes con necesidades especiales. Ellos requieren de recursos adicionales para los que muchas veces no me siento del todo preparada”, cuenta Salazar.
A pesar de haber conocido el potencial en el aula, ella siente que las autoridades gubernamentales todavía no quieren hablar a escala práctica sobre el tema, ni formar a los profesores en esta área. Al respecto, este Diario consultó a diez profesores de instituciones públicas y privadas de Quito sobre si han tenido acceso a capacitaciones en torno a la IA en sus colegios. En ningún caso hubo una respuesta afirmativa.
“Hay un ausentismo del tema de la IA en las políticas públicas del Ecuador. Se habla del tema en alguna que otra clase, pero no existe un verdadero uso extendido y comprensión de esta tecnología”, repara Steven Varela, experto en tecnologías del aprendizaje y el conocimiento (TAC). Para él es importante que los docentes de instituciones públicas y privadas accedan a recursos como los ofrecidos bajo el proyecto Aleks. Se trata de un sistema en línea que permite la evaluación de los conocimientos de los estudiantes en matemáticas.
De acuerdo con sus desarrolladores, Aleks “funciona a través de un motor de inteligencia artificial que evalúa a cada estudiante de manera individual y continua”. A partir de evaluaciones iniciales, “obtiene una imagen precisa del conocimiento de este en el curso, sabe qué temas domina y los que no y, lo que es más importante, sabe los temas que está preparado para aprender”, según sus creadores. A partir de esta información, el programa y el docente trabajan conjuntamente para potenciar el aprendizaje del estudiante. Según el Ministerio de Educación, en 2021 fueron entregadas 11 500 licencias para el uso de esta tecnología en las aulas.
Para Salazar, lo importante es que ahora se creen capacitaciones para el uso de esta tecnología. Ella compara la rápida expansión de la IA con lo sucedido hace unos años con la masificación de los teléfonos inteligentes en clases: “de pronto todos los estudiantes tenían uno, pero los profesores no sabíamos cómo aprovecharlos. Lo único que hicimos fue prohibirlos, pero la pandemia nos enseñó su verdadera utilidad”, finaliza la docente.
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