Diego Ortiz. Coordinador (I)
La pandemia por el SARS-CoV-2 puso a la humanidad frente a un
escenario innovador en cuanto a la identificación de patógenos y al
desarrollo de medicamentos o vacunas para enfrentar los estragos en la
salud humana.
El 31 de diciembre del 2019, China informó a la Organización Mundial
de la Salud (OMS) que se identificó un nuevo coronavirus. Hacia el 7
de enero del 2020, el covid-19 fue aislado en un laboratorio de este
país. Cinco días más tarde, China confirmó la secuencia genética del
SARS-CoV-2. Así, en poco menos de dos semanas, los científicos a
escala global obtuvieron una hoja de ruta para empezar el ataque
contra el coronavirus.
El uso de supercomputadoras para secuenciar el SARS-CoV-2 permitió
obtener en tiempo récord el mapa del virus, algo que la OMS señaló
como “hito histórico”. La razón: para el SARS-CoV, primo del actual
coronavirus y que apareció en marzo del 2003, se requirieron cinco
meses de análisis para obtener el genoma y otros 20 meses más para que
aparecieran las primeras potenciales vacunas.
Mientras que evolucionaba a pandemia, la comunidad científica empezó a
poner mayor énfasis en el uso de informática avanzada para dos ámbitos
específicos: la interacción del coronavirus con medicamentos ya
existentes y teóricos, y el desarrollo de vacunas para hacer frente al
patógeno. Así, en febrero del 2020 se creó la Iniciativa Global para
Investigación y Desarrollo, impulsada por la OMS, para que
investigadores se unan a la búsqueda de un mecanismo eficaz en contra
de esta enfermedad.
En un contexto de incertidumbres, la Alianza Mundial para la
Preparación contra Epidemias e Innovaciones empezó con un
financiamiento multimillonario para encontrar una cura para el
SARS-CoV-2.
Ya para el 3 de abril del 2020, tan solo tres meses después de haber
identificado y mapeado el genoma del virus, la OMS presentó una
primera respuesta alentadora: 54 vacunas eran candidatas y tres de
esas ya habían empezado ensayos clínicos en humanos.
Investigación acelerada
Como nunca antes en la historia de la medicina, en el 2020 la
comunidad científica pudo compartir en tiempo real los avances. Una
muestra fue la iniciativa Gisaid, una plataforma que se alimenta con
datos genómicos del coronavirus de todo el mundo. Esto ayudó a que,
hasta diciembre del año pasado, se registraran más de 200 vacunas
contra el covid-19, 52 de estas con ensayos clínicos en humanos.
La combinación de datos abiertos mundiales y el uso de
supercomputadoras se combinaron para el desarrollo acelerado de
vacunas. Pero, sobre todo, permitieron que se introdujera un nuevo
tipo de fórmula: las de ARN mensajero (m).
Antes del covid-19, las vacunas se hacían con tres métodos
principales: con el agente patógeno íntegro; basadas en vectores
víricos; con una subunidad antigénica. Estas insertan una parte del
agente infeccioso, el virus debilitado, etc.
A diferencia de sus predecesoras, las vacunas de ARNm “enseñan a
nuestras células a producir una proteína, o incluso una porción de una
proteína, que desencadena una respuesta inmunitaria dentro de nuestro
organismo”, según señalan los Centros para el Control y la Prevención
de Enfermedades. Esta reacción produce anticuerpos, los cuales están
listos cuando el virus real ataca a la persona.
De acuerdo con Nikolaos Kyriakidis, docente e investigador de
inmunología de la Universidad de las Américas, las vacunas con ARNm
son más fáciles de desarrollar cuando se encuentran nuevas cepas que
puedan alterar la efectividad de la fórmula original. Las
actualizaciones solo demoran semanas o máximo unos meses, por lo cual
los nuevos lotes pueden responder a los cambios del virus.
La nueva vacunología
Las vacunas que se basan en genes plantean una transformación de la
vacunología. Gracias a la biotecnología, se puede fácilmente descifrar
el genoma de un patógeno, lo cual sirve como base para fabricar
fórmulas con ARNm. Estas son de gran ayuda ahora, ya que son más
frecuentes los reportes de enfermedades zoonóticas (que pasan de
animales a humanos).
A pesar de su novedad, las vacunas con ARNm no son la única respuesta
frente a nuevas enfermedades y métodos de producción de vacunas. De
hecho, una investigación presentada en octubre del 2020 y publicada en
la revista The Lancet muestra los primeros resultados efectivos de una
vacuna contra la influencia estacional, fabricada en Nicotiana
benthamiana, una planta
cercana al tabaco. Esta misma especie ha mostrado resultados positivos
para el desarrollo de medicamentos en contra de los coronavirus.
Formulas Covid 19
Vacuna con vector viral. Se inocula al paciente un virus parecido al
verdadero pero menos dañino y estimula la respuesta inmunitaria.
Vacuna con el virus desactivado. El patógeno entra al organismo, pero
en una versión desactivada o muy débil, para evitar daños.
Vacunas basadas en proteínas. Están compuestas por una parte del
virus, el cual es capaz de desencadenar reacción inmunitaria.
Vacunas de ácido nucleico. En estas se usa el material genético del
virus (ADN o ARN) para que el cuerpo genere proteínas específicas.