La cantidad de firmas que se han recogido en el país y en el extranjero para apoyar la conservación del Yasuní es impresionante. Cada minuto llega una nueva rúbrica respondiendo a la petición de Avaz.org. Vienen las adhesiones desde Japón, Rusia, Estados Unidos, Australia, México pidiendo al presidente Correa no destruir el Yasuní con la explotación petrolera. Salvar el Yasuní en el actual momento es la lucha más importante de las fuerzas sociales porque en ella priman los conceptos de vida, naturaleza, libertad, cultura, futuro.
Por siglos los waorani han sido los dueños de la comarca del Yasuní, cuyo territorio original se calcula en más de dos millones de hectáreas, pero ahora apenas alcanza las 612.500 y se va mermado más y más por acción de las petroleras.
Para evitar presiones excesivas sobre el medio ambiente y para observar sus complejas reglas de parentesco, los pueblos amazónicos suelen dividirse en grupos menores. En el caso de los waorani, sin embargo, la separación de los tagaeri y los taromenani no respondió a las normas y salvaguardas tradicionales. Simplemente se internaron en la selva para evitar los atropellos de la colonización petrolera. A pesar de que se reparten en un territorio más o menos vasto, los wao no pierden las referencias que ofrecen de ríos, los montes, los grandes peñascos, ni tampoco la delimitación general del espacio que dominan.
El Parque Nacional Yasuní está considerado como una de las áreas de mayor diversidad biológica del planeta. Integra la Reserva Mundial de la Biosfera, donde se desarrolla una multitud de formas de vida. Es una zona que abastece de grandes cantidades de oxígeno a toda la Tierra. Ahí se originan muchos ríos de la cuenca amazónica.
Comparable con la biosfera del parque Yasuní, la cultura wao todavía forma un conjunto coherente de sistemas: lengua, ritos, mitos, música, bailes, alimentos, bebidas nutritivas y embriagadoras, cerámica, hamacas, levanta penes, orejeras, adornos de plumas y cuentillas de colores. Se sabe, además, que guarda vestigios arqueológicos que aún no han sido estudiados por la Ciencia.
Los wao creen que las orejeras que usan, las ontokas, les permiten entender su lengua y la dimensión comunitaria de su existencia. Con el algodón confeccionan redes de pesca y el cordón de hilo (komi) que les ciñe la cintura y les levanta el pene. Los hombres no pueden prescindir del komi porque ello equivaldría a quedarse indefensos.
Los pueblos y las culturas evolucionan, pero tienen derecho a elegir las formas de adaptación que les pueden garantizar la supervivencia. Exterminar ecosistemas excepcionales y los pueblos primigenios que en ellos habitan, como se intenta ahora en el Ecuador, implica atentar contra la vida de todo el planeta, contra la esencia de la cultura.
Hoy por hoy, la Ciencia recurre cada vez más a los saberes tradicionales, a la sabiduría de los pueblos aislados, a fin de conocer y salvar los ecosistemas, en miras a preservar la existencia de la Humanidad.
¡Yasunízate ahora!