El canto social remontado a los años cincuenta y sesenta del siglo anterior, cuando se gestaron procesos revolucionarios de lucha popular en toda Latinoamérica, atravesamos un largo período de dictaduras militares, se violaron los derechos humanos, se encarceló, se exiliaron ciudadanos, torturas, crímenes, desaparecidos y decenas de miles de asesinatos.
Desde entonces la canción social presente para contestar desde el arte a los abusos de poder, “nueva canción” lo llamaron los cantores cubanos. Como dice Víctor Jara: “…canto que ha sido valiente, siempre será canción nueva…”, estoy de acuerdo en esa línea respeto a la llamada música protesta, revolucionaria, social o como la llamen; el tema es su identificación con el pueblo, con los pobres, las luchas revolucionarias, en contra de los abusos de los grupos de poder, de los estados represivos, dictatoriales y fascistas.
Rafael Correa, “tuvo el privilegio de almorzar con los artistas invitados al festival de música Todas las voces todas, tales como los argentinos Piero, León Gieco y Víctor Heredia; los ecuatorianos Margarita Laso, el grupo Quimera; los españoles Víctor Manuel y Ana Belén; el grupo chileno Quilapayún y la peruana Eva Ayllón”. El canto social vendido al mejor postor, al Gobierno, el concierto se convirtió en una gran farsa (canto social pagado) con el cuento de la iniciativa Yasuní. Esperamos que las organizaciones sociales y de derechos humanos les hagan saber a estos músicos de los presos de consciencia que tiene Correa y los cientos de perseguidos con el pretexto de sabotaje y terrorismo.
El Presidente acomoda su discurso para los sectores más pobres del país, para su interés: antiyanqui, “revolucionario”, nacionalista, es el bueno de la película; se adueña de sus íconos; es el Mandatario que canta y baila al ritmo de la zamba del Che, y continúa violando los derechos humanos y rifando los recursos no renovables de la Pacha Mama. Para continuar en el poder.