La pesadilla del pérmico es lo que conecta una pésima constitución, una profunda ignorancia de la realidad, un amor por el populismo y la capacidad de otro país de invertir y producir.
La cuenca del pérmico es una formación rocosa, al noroeste de Texas, en los Estados Unidos, que contiene importantes reservas de petróleo de esquisto, un tipo de crudo que está atrapado dentro de las rocas y que sólo se lo puede extraer desde hace pocos años, gracias a recientes avances tecnológicos y a cuantiosas inversiones realizadas en esa zona.
El petróleo extraído del esquisto tiene una peculiaridad económica: su producción puede reaccionar rápidamente ante cambios de precios, subiendo o bajando con mucho más facilidad de lo que puede reaccionar la producción de petróleo convencional.
Eso convirtió al esquisto en un “limitador” de precios porque cuando éstos empiezan a subir, la producción de esquistos también lo hace y luego jala los precios hacia abajo. Sólo así se puede entender que la producción norteamericana de crudo en la última semana de abril haya llegado a 12,3 millones de barriles diarios, un récord histórico.
Millones de barriles que también ayudan a entender la leve caída del precio del petróleo desde que los EE.UU. alcanzaron ese récord (que es el resultado de la capacidad de ese país de invertir y producir).
Cambio total de escenario y de época. Vamos al momento en que en Montecristi se redactó, entre noviembre 2007 y octubre 2008, la constitución actual. En esos meses, el barril de crudo ecuatoriano se vendió, en promedio, en 107 dólares actuales, que coincide con los 12 meses de mayor precio del petróleo en la historia ecuatoriana. Y se creó una constitución derrochadora y garantista que todo lo soluciona con más gasto público. Ahí es donde está la profunda ignorancia de creer que el petróleo iba a mantenerse alto para siempre, a pesar de ser un precio conocido por su volatilidad.
Y aquí viene la pesadilla. Porque la gran limitante que sufre la cuenca del pérmico es su capacidad de transportar su crudo hacia los mercados. Pero todo indica que en el transcurso de este año entrarán a funcionar cuatro oleoductos que conectan los pozos de esa cuenca con las refinerías del Golfo de México. Y el próximo año entrarán tres más, que en total podrían transportar hasta cinco millones de barriles diarios, adicionales a los que se transportan actualmente.
Eso ya es una mala cosa para cualquier productor de petróleo porque le da al esquisto un mayor poder para inundar el mercado a voluntad. Y es una pesadilla para un país que, enamorado del populismo, redactó y aprobó una constitución costosísima, reflejo de mucha ignorancia, y por eso no ahorró ni un centavo y hoy está quebrado.