La violencia desatada en las últimas semanas muestra un rostro desconocido. No solo es su alcance, frecuencia y crueldad sino su carácter de desafío al estado y sus instituciones. La violencia se ha vuelto, además, cotidiana. Aparece en todos los rincones y a todo hora, se cuela en el lenguaje y las relaciones.
Las consecuencias son múltiples. Destacamos la desconfianza en el otro, visto siempre como peligro. El impulso irrefrenable al encierro y a la cesión de espacios públicos. Y la desesperanza y el fin de las sonrisas y horizontes.
Por todo esto, resulta insólita la invasión de poetas al territorio nacional, específicamente a Manta. En octubre se realizó la edición 41 del Congreso Mundial de Poesía. Representantes de 5 continentes fueron acogidos por la Municipalidad y la Universidad Eloy Alfaro. La Fundación FIDAL asumió la organización. Además de los escritores americanos llegaron poetas de tierras lejanas: Egipto, Nueva Zelanda, Israel Congo, Nepal.
Destacamos dos novedades. La primera, el propósito, promover la paz y la fraternidad mundial a través de la poesía. Y la segunda, el carácter abierto del encuentro, a todos los públicos, a varias ciudades, con aportes diversos (recitales, exposiciones…), a centros educativos. La palabra compartida, no secuestrada ni inalcanzable. Como dice uno de los poemas… “detrás de la palabra está la vida y cuando sale, acarrea con todo”.
Una iniciativa refrescante que tocó a poetas y a amantes de la palabra. De la palabra cuidada, creativa, suscitadora, tan venida a menos en tiempos de discursos políticos pobres y redes insolentes. Una iniciativa que inspira a la educación para trabajar la paz a través del arte. La palabra junto a la música, la pintura, la expresión corporal precisan potenciarse en los aprendizajes. Como estrategias esenciales.
Es una pena que estas experiencias se difundan poco en los medios. Contribuirían mucho a mirar dimensiones sociales constructivas, tan escasas en estos tiempos opacos y desconcertantes.