Con los ojos del mundo civilizado sobre la olla de presión, Nicolás Maduro resiste las protestas entre la impotencia y la audacia.
La crisis económica se profundiza pero bulle la crisis social y polÃtica como su deriva más esperpéntica.
La semana, plagada de noticias preocupantes, trajo luto. En las calles de San Cristóbal, Táchira, un estudiante de 14 años murió por un ataque policial.
La idea peregrina de autorizar a los civiles el uso de armas es otra irresponsable deriva que emana de la desesperación del Régimen y su impotencia. Armar al pueblo puede conducir a una lucha fratricida y la Iglesia venezolana advierte de ese riesgo evidente.
La cárcel para el alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, el año de prisión de Leopoldo López y las giras internacionales para explicar en el mundo esta crÃtica situación no conmueven. Ni siquiera organismos internacionales llamados a preservar los principios democráticos y no a sostener a regÃmenes que provienen de las urnas pero que incorporan prácticas represivas cuestionables se pronuncian por la vida y por la población, que es lo que más debe preocupar.
Diosdado Cabello, quien todavÃa no aclara las denuncias que le podrÃan salpicar con turbios casos, se apresura a señalar al Alcalde detenido con un supuesto golpe en marcha; lo hace con base a escuchas telefónicas que quién sabe cómo obtuvo.
Mientras, en el sur, un lúcido José Mujica advierte la posibilidad de un golpe de militares de izquierda que quebrarÃa la democracia en Venezuela.