Mario A. Prado M.
Columnista invitado
Veinte años después de que el Presidente Mahuad anunciara la dolarización y que el Directorio del BCE fijara el tipo de cambio, continúan las discusiones; los negacionistas sostienen que Mahuad no dolarizó el Ecuador, otros, en cambio, pregonan que fue una medida improvisada. Al haber sido miembro del Directorio del BCE estoy en condiciones de afirmar que dolarizar fue una decisión debidamente meditada, discutida y evaluada que tenía por propósito cambiar las expectativas racionales de los agentes económicos, reconocer la dolarización de facto iniciada a partir de 1995 y evitar entrar en la aventura del control de cambios, a través de la incautación de divisas. Hace 20 años la alternativa era dolarizar o entrar en un proceso hiperinflacionario.
¿Por qué se llegó a la dolarización? Las políticas públicas de los 20 años precedentes fueron erráticas, el déficit fiscal fue recurrente, el incremento de la deuda pública la regla, la inflación permanente, la devaluación omnipresente, el sistema cambiario (incautación, mercado libre, minidevaluaciones, bandas cambiarias, flotación) totalmente inconsistente. La legislación bancaria suavizó los principios de Basilea, debilitando la supervisión y control de las instituciones financieras, que concedían los créditos vinculados.
Es claro, se dejaron de enfrentar los problemas estructurales de la economía y el país entró al círculo vicioso: inflación, devaluación, ajuste, desempleo hasta que al fin del milenio todo explotó al aparecer el fenómeno El Niño (perdida de infraestructura y caída de las exportaciones), la crisis financiera internacional (cierre de las líneas de crédito del exterior), la caída del precio del petróleo, el incremento de la deuda pública, el déficit y el deterioro de la cartera de los bancos, exacerbando la inflación, potenciando la devaluación y acelerando el empobrecimiento.
Sólo los necios negarán que con la dolarización se redujo la pobreza, que el salario mantiene la capacidad adquisitiva, que el ahorro dejó de ser una quimera, que las exportaciones crecieron; sin embargo, no podemos ser ciegos y pensar que la dolarización, que ha blindado el patrimonio de todos, va a mantenerse sin que se resuelvan los problemas estructurales. De mantenerse las condiciones actuales, en algún momento habrá que cambiar de modelo monetario, asumiendo los costos sociales de la salida de este sistema. Desde 2008 el resultado fiscal ha sido deficitario, la deuda pública ha crecido significativamente, la pérdida del empleo adecuado es permanente desde 2015, las instituciones financieras de la economía popular y solidaria trabajan sin control efectivo, la seguridad social está en crisis, los jóvenes no tienen horizonte, la legislación laboral es más rígida, se mantienen los subsidios a los combustibles. Todo configura el nuevo círculo vicioso y pone en riesgo los beneficios de la dolarización.