Entre 2014 y 2022, la población del Ecuador creció en un 12%. En el mismo período, la economía creció en 2%. Es decir, el PIB por habitante cayó entre 2014 y 2022 en 10%.
En otras palabras, al cerrar el 2022, los ecuatorianos, en promedio, éramos un 10% más pobres que en el 2014 (todo esto según datos del Banco Central del Ecuador).
Sí, es verdad, en el interín hubo el colapso del modelo de crecimiento en base a inflar el gasto público, hubo la larguísima contracción que duró desde el segundo trimestre del 2015 hasta el tercer trimestre del 2016, el desplome de la economía desde tercer trimestre del 2019 hasta el primer trimestre del 2021 (donde las paralizaciones de octubre 2019 sólo fueron un abreboca del colapso por la cuarentena). Y cuando estábamos medio saliendo de esos horrores, nos vinieron las paralizaciones de junio 2022.
Pero el hecho final es que estamos creciendo muy, muy poco. Y si algo hay urgente para el país es volver a crecer.
“Retomar la senda del crecimiento” es una frase hecha y bastante repetida, pero que resume muy bien lo que debería ser la primera prioridad para la política económica. Y, obviamente, retomar esa senda de manera sostenible, o sea, no hacerlo en base a endeudar al gobierno como lo hicimos entre 2009 y 2014.
En la situación actual, lo único que puede sacar al país del estancamiento es la inversión privada. No es cuestión de gustos o dogmas, es cuestión de ausencia de alternativas: o invierte el sector privado o no creceremos (la inversión hecha por el sector público tiene el problema de que en muchos casos aporta tan poco al crecimiento como el metro de Quito o la Refinería del Pacífico).
Para atraer inversión privada se puede hacer algunas cosas, como tener una justicia eficiente, respetar las leyes, reducir la delincuencia, firmar tratados de libre comercio o crear zonas francas. Por lo tanto, el decreto de ley que propone el Presidente es urgente porque es una de las pocas reformas legales que pueden ayudar a reactivar esta economía que está a punto de cumplir una década de retroceso, una década perdida.