La Fortaleza de La Mota, en Jaén de la “frontera”, dividía el mundo cristiano del musulmán, hasta que en 1492 esta fortificación, parte del reino Nazarí, se rindió ante los reyes católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón.
Desde su torre principal observo los infinitos campos de olivares por siglos produciendo en sus almazaras, el mejor aceite de oliva del mundo. Los dueños heredaron sus lotes de olivares una generación tras otra, sin embargo, por ley no pueden disponer de ello, pues ya no existen divisiones físicas; los propietarios reciben las utilidades en función del número de olivares heredados.
España es una potencia agrícola en aceite de oliva, frutas, en especial cítricos, verduras, lácteos y al viajar en el tren de alta velocidad, veo por largo rato sus extensas llanuras con un mismo cultivo tecnificado y muy rentable.
En Ecuador el Ministerio de Agricultura es quizá la instancia más ineficiente del país. Durante 40 años ha gastado miles de millones de dólares en fomentar los mismos errores de hace 4 décadas, el mismo formato de tenencia de la tierra: el minifundio. Las mismas perversidades que mantienen por décadas a los indígenas pobres, ignorantes y prisioneros de dirigentes que los usan como alfombra electoral, para hacerse ricos.
Miles de burócratas ganando millonadas, para solo perseverar en las mismas inútiles estructuras. Si mañana desparece este ministerio, qué pasaría: nada.
Los agricultores sembrarán sin planificación, sin estadísticas nacionales de cultivo por producto, con cosechas excesivas que tumban el precio, sin maquinaria ni tecnología, sin procesamiento, sin subproductos, sembrando y sufriendo como sus abuelos. Los fértiles campos ecuatorianos están inaugurando el “microfundio”: los campesinos son los mayores compradores de alambre de púas, en especial los indígenas que dividen, subdividen y la chacra es cada vez más minúscula e ineficiente, por lo que la Pachamama tiene los mil retazos de la pobreza y la hambruna.