Alfredo Astorga
Soledad acompañada
Suena terrible que los humanos debamos inventar encuentros artificiales y fugaces para paliar las vidas en solitario, para, de alguna manera, “comprar” compañía.
Hace pocos días circuló una noticia extraña. La aparición en ciudades británicas de “bancos para escuchar”. Bancos como los de un parque pintados de verde y blanco. Que invitan a sentarse y dialogar con desconocidos. Originales oportunidades para charlar que se instalan en centros urbanos, en parques e incluso en algún patio de escuela. Forman parte de la campaña One Million Minutes del programa de ITV Good Morning Britain.
Las conversaciones no tienen reglas. Basta con los charlones dispuestos a hablar y escuchar. Los temas son abiertos pero predominan los cotidianos y sencillos como el clima o las mascotas y los tópicos un poco más íntimos como las historias familiares. No comprometen. Rara vez terminan en una invitación a tomarse un té. La mayoría de ocasiones los contertulios, luego de minutos, desaparecen para siempre.
La iniciativa nos remite a las vidas en soledad en las grandes ciudades. Los referentes claves: familia, amigos, colegas, compañeros de estudio, vecinos, no se sostienen. El sentido de pertenencia se diluye. Queda la soledad vacía y oscura, sus sufrimientos, su abandono. Soledad impuesta por las condiciones y relaciones fugaces y líquidas que prevalecen.
Suena terrible que los humanos debamos inventar encuentros artificiales y fugaces para paliar las vidas en solitario, para “comprar” compañía. Estas situaciones han aumentado a pesar de las interconexiones de nuestro mundo (o por causa de ellas) . La pandemia, al minimizar los contactos, ha multiplicado soledades.
No todo es catastrófico. Existe otro tipo de soledad, una soledad intencional. Una soledad necesaria para marcar un alto, recobrar la paz, meditar. Una soledad y silencio para poner las cosas en su lugar, desarrollar la creatividad. No desvalora la compañía. Todo lo contrario, la valora tanto que la preserva, la cualifica y evita su banalización. No hay huida ni derrota. Es solo aire, oportunidad para perdonarse y proyectarse. Para seguir viviendo. Solo eso.