Hasta tanto, por esos imperativos que se dan en los pueblos que se resisten a dejar de ser, y le veamos, renacido, con esa su sonrisa “de perdón y optimismo”, a Benjamín Carrión, el creador de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE).
En un país como el nuestro, pequeñito, con un espacio geográfico cuestionado por los vecinos, se imponía sustentar nuestra identidad en los documentos culturales con los que sí contábamos y se remontaban a 10 mil años de historia. En aquella CCE el estudioso hallaría museos y nuestra producción bibliográfica en ciencias y en humanidades. Nuestras cédulas de identidad. No faltarían salas para exposiciones, conferencias y conciertos. Una imprenta, la publicación de obras ecuatorianas de ayer y del presente. Y todo sujeto a rigores y calificaciones, de nacionales, y extranjeros, que sí sabían de méritos en el campo de la cultura y tenían términos de comparación.
Actividad permanente, es lo que suponía mantener la CCE fiel a su espíritu fundacional. Con Benjamín Carrión llegamos a ser adelantados entre los países hispanoamericanos en crear un piso y un techo en pos de definir identidades nacionales, en el entendimiento que “un río y una ciudad” o “una etnia y su idioma”, no forman una nación. La suma de etnias, lenguas, un espacio geográfico y un idioma dominante, si constituyen una nación.
A Carrión le rodearon y continuaron su obra los más destacados intelectuales, artistas y científicos de la época. El escritor Edmundo Rivadeneira, Secretario General de la Casa por largos años fue un personaje clave para la consolidación y desarrollo de aquel espacio de cultura. Obtuvo de un Gobierno militar los cuantiosos fondos que se requería para la construcción del nuevo edificio, precioso. A partir de entonces la Biblioteca Nacional Eugenio Espejo contó con un espacio amplio y apropiado.
Lo que vino después de la creación del Ministerio de Cultura es para no creer. Con cada ministro nuevas ‘ideas brillantes’, disposiciones, proyectos que nunca se concretan dados los vaivenes de la política. El ejemplo más desconcertante lo que tiene relación con una Biblioteca Nacional, la Biblioteca de la CCE y la Biblioteca de Autores Ecuatorianos Aurelio Espinoza Pólit. De cultura, de identidad cultural, en los últimos tiempos, poco menos que nada. Que los pasillos deben ser menos tristes, pues hoy nadie está para morirse de la pena, un desafío insoluble, creación de engendros. ¡Eso de emprendimientos! Financiar la vida de músicos, artistas, etc. pues tales actividades no dan para vivir. Ahora resulta que los países periféricos, como el nuestro, están en una situación privilegiada, pues desde atalayas pueden ver lo que pasa en el mundo (¡!). Desconcertados: el ecuatoriano lee medio libro al año, frente a 25 y hasta 50 de los que se hallan en el centro del mundo.
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