La Cuba de los Castro va para sesenta años de existencia. Ha debido sortear todos los embates imaginables. Desde la invasión a la Bahía de Cochinos financiada por los EE.UU. hasta el desplome de la Unión Soviética, su poderosa protectora. El bloqueo impuesto por los EE.UU., una suerte de asfixia de curso lento. No quedaban otras alternativas: contar con la lealdad incondicional de sus Fuerzas Armadas y hacer de sus Servicios de Inteligencia un escudo imbatible, a lo cual debía agregase una suerte de alianza con Venezuela con el fin de asegurar la provisión del petróleo que requería. Surge un personaje, Raúl Castro durante 25 años es el encargado de organizar unas Fuerzas Armadas a manera de un bastión monolítico en salvaguardia de la revolución. Cuenta con el sentimiento nacionalista de todos. Quien visita Cuba no encuentra un solo militar de uniforme en las calles. Quedan a la vista de todos esos conventillos miserables de La Habana vieja. Inclusive puede encontrarse con Leonardo Padura, el gran novelista que descubrió que podía apuntar con sus dardos las lacras de la sociedad cubana, pero jamás referirse a las Fuerzas Armadas de su país. Estas se hallaban por encima del bien y del mal: eran intocables.
La inteligencia de los cubanos volcada a los Servicios de Inteligencia de su país. Decenas de complots que apuntaban a la vida de Fidel y de Raúl Castro, fueron neutralizados. En los pasillos de los organismos internacionales como las Naciones Unidas, los agentes cubanos les dejan yertos a los de la CIA.
La Cuba de los Castro fue la gran aliada del comandante Chávez, afinidades ideológicas en alguna medida. Lo fuerte de esas relaciones los 100 mil barriles diarios de petróleo que pasaban de Venezuela a Cuba a cambio de médicos, agrónomos, tecnólogos, asesores militares y de inteligencia que pasaban de Cuba a Venezuela. Consolidarse en el poder, una razón de Estado para Chávez y quienes le sucedieran. El secreto como en Cuba: unas Fuerzas Armadas sin fisuras y unos servicios de inteligencia bien entrenados por sabios cubanos. De Chávez a Maduro no debió quedar nadie que no hubiera demostrado su lealdad y fidelidad a la Revolución Bolivariana y a sus dirigentes.
Ayer nomás, cuando el opositor Juan Guaidó (una figura romántica), dirigió el fallido alzamiento militar, apenas 30 efectivos (de 150 mil) le apoyaron. “No desfallecer” fue el llamado de Guaidó a sus seguidores.
A EE.UU. y a su aliada Colombia, no se les ve decididos a intervenir militarmente en Venezuela. Lo que sí estarán pensando los gringos es en asfixiarle a Cuba sin el petróleo venezolano o iraní. Maduro, tonto pero no crápula como Noriega, a quien los marines le trasladaron de la Presidencia de Panamá a una prisión de los EE.UU. Nadie chistó: la banderita latinoamericana en el piso.