El Presidente ha salido en una gira al exterior para atraer capitales. Sin duda es positivo que las más altas autoridades se involucren directamente en la tarea de obtener recursos que promuevan al país como un destino atractivo para invertir. Desde esta columna siempre se ha insistido en la necesidad de incursionar en nuevos emprendimientos, en que la empresa privada sea actor preponderante. Revisadas las cifras de la Superintendencia de Compañías, se observa que la inyección de recursos no ha ido al ritmo de la dinámica general que ha experimentado la economía. En los cerca de 7 años de Gobierno la inversión societaria bordea los 8 000 millones de dólares, de los cuales aproximadamente un 30% es de extranjeros. Hasta el año anterior las utilidades de las empresas, acumuladas en los 6 últimos ejercicios fiscales, se acercaban a los 20 000 millones. En consecuencia una importante cantidad de recursos de nacionales y extranjeros no se reinvirtió en el país, lo que inmediatamente debe conducirnos a la pregunta de ¿por qué?.
Según declaraciones oficiales, en los primeros cinco años de Gobierno, el Estado habría invertido cerca de USD 50 000 millones. Claramente se observa que el sector estatal desplazó en forma contundente a la iniciativa privada. Ese fue el modelo elegido y que se lo ha venido aplicando, en parte gracias a la existencia de recursos de la explotación petrolera.
La debilidad de este esquema radica en que la proporción de la inversión no es sostenible cuando el Estado deje de percibir ingresos de esa bonanza exógena. Para seguir el mismo ritmo el Estado debe recurrir al endeudamiento, no necesariamente en condiciones favorables; a eliminar subsidios, elemento casi descartado por ser políticamente contraproducente; y/o, aumentar tributos, con el riesgo de fatigar aún más al sector privado y con efectos aún más nocivos frente a la inversión. El Gobierno ha hecho uso del primero y del último de los mecanismos y, probablemente, no se descartará aplicarlos cuando las necesidades de la caja fiscal lo ameriten.
Sin embargo, se vuelve necesario revisar lo transitado y, si es el caso, replantearse algunos preceptos. Si el sector privado logra generar riqueza lo adecuado sería generar las condiciones necesarias para que esos recursos se reinviertan en lo posible en nuevos proyectos, nuevas empresas, tratando de cerrar un círculo virtuoso. No se puede desperdiciar este momento inusual en la historia económica ecuatoriana. No se trata que un sector desplace a otro, sino adecuar sinergias que permitan una expansión de la base productiva, lo que redundaría necesariamente en el bienestar de los ciudadanos ávidos de nuevas plazas de trabajo. Esto se logra a través de consensos, que se tornan indispensables para evitar que un momento excepcional en lo económico sea desaprovechado en toda su dimensión.