Esta semana sucumbió un proyecto de ley anticorrupción. Buscaba que funcionarios corruptos compensen con su patrimonio los perjuicios al Estado por casos de corrupción. ¿Controversial? No. ¿Ilegal? Peor. De hecho esta es una acción exigida por la actual Constitución. ¿Entonces? ¿Es esta la primera vez que se “chispotean”?
El parlamento ecuatoriano es tan caótico que cabe preguntarse sobre su razón de ser. Yo, como ecuatoriano, siento que la actividad de la Asamblea Nacional es tan alejada de la ciudadanía que diariamente dudo si allí se trabaja por el interés común.
¡Interés común! ¿Interés común? ¿Cuál? Allí no se protege o promueve el interés común de los ecuatorianos. No hay que ser brillantes para ver que hay una disonancia, los propósitos de la Asamblea enunciados en la Constitución no son los que allí se persiguen. Los propósitos verdaderos son otros.
Mi lectura es de otra realidad. Es un foro de reparto de poder entre grupos de interés. Es decir, la Asamblea se divide en grupos de personas que tienen un interés común. Nada de ideologías en común, nada, nada, nada. Intereses económicos, esos son los vínculos. Estos grupos de interés, necesitan un foro para repartirse el poder. Necesitan un espacio donde negociar el tomaydaca, el favor contra favor, el futuro próspero de unos pocos. Es decir esa institución es todo menos beneficiosa para el país. En realidad es justamente lo contrario, perjudica al país por el bienestar de unos pocos.
¿Es indispensable? Antes claro. Como no podíamos tener a todos los millones de ecuatorianos votando por las leyes, entonces necesitábamos representantes. Representantes malos, pésimos, pero que tenían el “rol” de transmitir nuestros pareceres hacia esa institución. Pero con la tecnología ya no es necesario tener representantes.
Tengo la convicción de que el internet y la telefonía al alcance de todos puede generar un cambio histórico y determinante a la democracia representativa.