Castillo llegó al gobierno cobijado de izquierda. Su ascendencia indígena y su inoperancia levantó a los fachos peruanos, es decir, tuvieron los argumentos y pretextos que andaban buscando para empoderarse.
Boluarte hasta ahora se califica de izquierda. Vemos una vez más, como alguien de Izquierda puede volverse fácilmente funcional a la Derecha. Las distancias entre capitalistas y socialistas se han ido acortando cada vez más. Tal como entre conservadores y liberales, antes acérrimos enemigos, hoy hermanos siameses.
Perú vive una dictadura cívico-militar, bajo el espejismo de democracia. Los fachos peruanos se sacaron la lotería con Boluarte. Les salió perfecto, alguien que viene de la izquierda y que reprime a su pueblo, sin que lo hagan con mano propia, sino a través de esta mujer que es controlada por Otárola (otro de izquierda) y por los militares y la policía. De ahí, que en la experiencia mundial es ingenuo quedarse atrapado en la dicotomía derecha-izquierda, cuando su separación es un hilo fácil de cortarse.
Este juego eurocéntrico impuesto al mundo a través de la noción de competencia (derecha) y de lucha de clases (izquierda) nos ha llevado a un callejón sin solución. Los fracasos de la izquierda, del feminismo, y de otras corrientes que provienen del norte, terminan remontando a la ultraderecha y en contra del pueblo al continuar su accionar en el paradigma de lucha de contrarios.
La mayoría de peruanos también han caído en la trampa. La salida no son nuevas elecciones y más de lo mismo, sino la vía del sumak kawsay o buen vivir. Necesitamos otro tipo de cancha y otras reglas a las impuestas. La democracia, la política, los partidos están en crisis, y deben dar paso a otro sistema, no a su reconfiguración.
La Izquierda no es la guía, sino la Alteridad que representa el Tawantinsuyu. Nación que fuera una de las más grandes en la historia de la humanidad. No ha muerto, está latente. Es hora de recrear otro Tawantinsuyu.