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Desde México hasta Argentina, pasando por Chile, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Colombia… hechos trizas, rotos y apenas pegados con babas. Cualquier rato se desprenden nuevamente los mil pedazos. ¡ChililÃn otra vez!
Nuestras democracias, y también nuestras economÃas, están asÃ, en pindingas, sosteniéndose como elefante en telaraña. Militares decidiendo quien se queda y quién se va, a quién se le sostiene y a quién se le bota, quién sirve y quién no. Caudillos haciendo trampa en elecciones, queriendo permanecer por los siglos de los siglos en el poder. Populistas, fanáticos y racistas jugando a ser MesÃas, unos queriendo recuperar las patrias y otros jurando que han llegado a salvar al mundo con el libro sagrado en la mano, como en los peores tiempos de la conquista. Elites mirando para otro lado, impávidas, los pedacitos y las fisuras, como que no tuvieran culpa alguna de ese desastre, como que no hubieran roto un plato ni sacado buena tajada de ello.
Jóvenes iracundos enfrentando a tanquetas a punta de piedra, hombres y mujeres con escudos de cartón protegiéndose para que los policÃas irresponsables no les saquen los ojos con bombas lanzadas al cuerpo de la gente.
Una prensa en crisis que ha perdido agenda y credibilidad y que no sabe cómo recuperarla, mientras las desaforadas redes de desinformación producen -y viralizan- miles de noticias falsas por minuto entre las que se incluyen los llamados a la violencia y al caos. Falsedades que se reproducen alimentando el morbo, incitando a la ira popular y a la venganza, avivando el fuego de las frustraciones, del racismo, de la xenofobia, de la represión, del descontento.
Unos movimientos sociales con nulo sentido autocrÃtico, unos intelectuales con discursos binarios, con pocas respuestas y con menos preguntas, unos análisis tan sesgados que impiden ver las fracturas y las heridas profundas que han dejado la corrupción, la desigualdad, la pobreza, inoperancia de las instituciones, la falta de empleo y de oportunidades, las dificultades de acceso a la salud, a la educación, el abandono y la miseria.
Tomar los pedacitos que ha dejado el descontento y tratar de pegarlos con babas, con acuerdos que más parecen desacuerdos, con cacerÃa de brujas, venganzas y ultimátums, no solucionará nada. Las roturas son profundas, estructurales, de un modelo que no funciona, sin lÃderes sensatos, sin élites polÃticas que asuman sus responsabilidades.
Hasta tanto, por todas esas fisuras y por todas esas instituciones rotas y corruptas se van colando los más sapos, los narcos, los paras, los que buscan litio, oro, cobre y petróleo, los que venden armas, los que hacen negocios turbios, los que cobran comisiones, los que se creen enviados de Dios, los que arman camorra, para hacerse de la riqueza de estos pobres paÃses, despedazados, sin futuro.