La Ordenanza Metropolitana 0283 norma el arbolado público urbano, pero eso se cumple poco o nada. Muchos parques barriales están deteriorados o destruidos.
Una ciudad sin árboles y parques es como una escuela sin niños y sonrisas. Por eso los griegos imaginaron su inframundo como un lugar donde no crecía una rama ni se oía el eco de una risa.
Árboles y plantas son sinónimos de vida. Y son, según la ciencia, los más eficaces para controlar la apocalíptica espada del “calentamiento global”.
Bajo estos argumentos, las urbes deberían estar llenas de jardines, parques y parterres frondosos… Y eso no sucede ni en los países más sostenibles de Europa, que tienen ordenanzas desde los 16 m² de área verde por habitante, aunque hay casos polarizados como Estambul, Turquía, con 2,5 m²/h y Sarajevo, Bosnia y Herzegovina, con unos increíbles 144 m²/h.
En Ecuador, los porcentajes parecen una montaña rusa. Quito, según los datos municipales, supera los 12 m²/h de áreas verdes. No obstante, se comprueba que los grandes parques son insuficientes para dar un servicio integral.
lgunos, como La Carolina, se saturan los fines de semana; otros, como el Bicentenario, necesitan más equipamiento; unos más, como los de La Raya y El Calzado (al sur), agonizan por falta de mantenimiento y la desidia ciudadana.
De los parques barriales mejor no hablar. Pocos han resistido la depredación de sus vecinos (conozco uno flamante del sur que fue “borrado” en 15 días). Casi todos son eriales, nidos de ratas y rateros y con sus equipamientos (columpios, subibajas…) pulverizados.
¿Y el arbolado de parterres y veredas de calles y avenidas? Pues, de llorar, con un tratamiento antitécnico general. Los árboles que superan la altura de los cables eléctricos (con el peligro que conllevan) o sembrados a distancias inconvenientes (muy juntos o muy separados) son legión.
Y eso que la Ordenanza Metropolitana 0283, capítulo V, tiene normas claras sobre el tratamiento del arbolado público urbano y las de uso de suelo señalan los tipos de árboles idóneos para cada caso. ¿Qué falta entonces? Pues… que se apliquen las normas y se sancionen a los infractores.