Todos estamos contentos con el éxito de la Selección ecuatoriana. Todos soñamos con Brasil 2014. Hace pocos años, con sus copas internacionales, Liga nos hizo vivir la época más gloriosa del fútbol ecuatoriano. El siglo XXI nos ha elevado a la élite del fútbol mundial. Sin embargo, también todos somos testigos de la penosa situación económica que viven la mayoría de nuestros equipos profesionales.
Como nunca antes en la historia, el Ecuador genera y exporta una gran cantidad de figuras de talla mundial. Antonio Valencia es el ícono de los jugadores nacionales en el exterior, pero hay muchos más muchachos que a diario hacen maletas y viajan a distintos países con la meta cierta de salir de la pobreza y alcanzar la fama. Pero mientras tanto, en el torneo local, cientos de jugadores sufren las consecuencias de una burbuja futbolera que este 2013 ha reventado del todo y que los tiene pasando penurias, sin cobrar sueldos ni premios, con la cabeza puesta no en la cancha ni en el balón, sino en las escuelas de sus hijos que requieren las pensiones atrasadas, en los acreedores que los acosan, en el hambre con la que hay que luchar también para saltar a la cancha… De algún modo todos somos r esponsables de esta situación. Los aficionados (poco aficionados al fútbol local) porque sólo hemos sido capaces de llenar el estadio cuando juega la Selección, pero tenemos abandonados a nuestros equipos. Por otro lado, obviamente con una gran responsabilidad, los dirigentes, unos buenos y otros malos, que desde hace varios años han creado esta burbuja artificiosa contratando e incumpliendo con sueldos y premios sobredimensionados para nuestra realidad. Una gran parte de responsabilidad la tiene también la FEF, pecadora de acción y omisión. De acción, por ejemplo, cuando se involucró en procesos poco claros que terminaron quitando a los clubes la libertad de contratación de sus derechos de televisión; y de omisión cuando no ha logrado reglamentar y ejercer un verdadero control sobre los presupuestos sin sustento real de los clubes.
Finalmente, también es responsable el Estado que, cuando juega la Selección, está representado por una gigantesca masa de altos mandos, funcionarios y burócratas amarillos hasta la médula, que cantan solemnes las notas del Himno Nacional y rebosan de alegría con los triunfos en las gradas del Atahualpa, pero que en el día a día han sometido al acoso y derribo impositivo a los clubes profesionales, compartiendo a través de impuestos excesivos los exiguos ingresos a los estadios, y lo que es peor aún, amenazando con nuevas restricciones a los equipos que en el futuro ya no podrían contratar publicidad con cervezas, gaseosas y otras bebidas que hoy son un alto porcentaje de los ingresos que les quedan.
Paradojas de nuestro fútbol que, al parecer, se va a Brasil medio muerto