El deterioro de las cifras de empleo es alarmante. El 80% de la población económicamente activa no tiene un empleo adecuado o está en el desempleo.
Seiscientas cuarenta mil personas adicionales habrÃan perdido su trabajo en el último año. Además, los mayores damnificados en este entorno de desesperanza laboral son mujeres y jóvenes. Son datos dramáticos que nos deben hacer reflexionar como miembros de un conglomerado social que, en su mayorÃa, ve comprometido su presente y cada vez con menos esperanza el futuro. Si bien esta situación es una tendencia mundial producida en gran medida por la pandemia, también es cierto que en Ecuador el mercado laboral se encontraba en franco deterioro desde hace algunos años, ante la mirada inerte de gobiernos incapaces de hacer frente a esta realidad que golpea las fibras más sensibles de nuestra sociedad.
La gravedad de la situación debe hacernos meditar sobre el rol que la sociedad debe jugar en la solución de un problema que atañe a todos. Tal vez uno de los errores cometidos ha sido creer que la senda para resolver este problema debe ser construida de manera exclusiva por una clase polÃtica que, en su mayorÃa, confundió hace rato el fin último de su ejercicio de representación: el bienestar común.
Se requiere un gran pacto nacional por el empleo, que sea gestado desde la sociedad, con nuevos actores e ideas, como una práctica real de participación ciudadana, en donde se vea representada la mayorÃa de la población, en especial esos jóvenes, mujeres y hombres que carecen de un empleo adecuado o que están en la desocupación. Ya no caben como interlocutores esas anquilosadas élites sindicales, que ni siquiera han sabido reconocer que la situación actual del mercado laboral desafió el statu quo, y con él su representación.
Hace falta el aporte de la academia, en donde se educa buena parte de aquella juventud que, al concluir sus estudios, no tendrá oportunidades de trabajo. Esa universidad, que junto con sus respectivas representaciones estudiantiles, han permanecido silentes ante un problema que les compete directamente. La instrucción académica no es suficiente. Deben convertirse en ejes de reflexión y generación de ideas de avanzada, modernas, que nutran el debate en un momento crucial para el futuro del paÃs.
Además, se requiere un sector empresarial unido, capaz de trasmitir adecuadamente los nuevos retos que la tecnologÃa y el comercio internacional demandan. Que plantee al paÃs la necesidad urgente de reformas laborales que sean parte de un plan integral de competitividad, que permita atraer inversión como generador de empleo, crecimiento y bienestar.
El pacto por el empleo debe constituirse en insumo determinante para el próximo proceso electoral. La esperanza de cambio debe ser construida desde la sociedad. La dimensión del problema lo merece, el tiempo apremia.