Juan Pablo Aguilar Andrade

Otra campaña banal

Elecciones de Consejo Estudiantil. A eso, me dijeron hace poco, es a lo que se ha reducido la campaña previa a las elecciones de agosto. Como en las contiendas estudiantiles, no se define nada verdaderamente importante; la disputa se centra en temas administrativos, en mostrarse atractivo e innovador, en hacer ofertas que atraigan al votante.

Lo que se busca es alguien que atienda ciertas necesidades puntuales: que los baños estén limpios, que haya una buena cafetería, que la fiesta se organice adecuadamente, etc.; lo de fondo puede ser parte de la retórica, pero no se discute seriamente, no hay nada que se acerque medianamente a un proyecto o un plan, aunque fuera para el año que viene; todo queda en el simple activismo, sin ruta ni norte. Propuestas no faltan, pero apenas se escarba un poco en ellas, topamos con un inmenso vacío.

Incluso una decisión trascendente, como definir si queremos obtener recursos económicos a partir de la minería y el petróleo, es pasada por alto, y se habla lo menos posible sobre ella para no generar rechazos innecesarios; y, si se toca el tema, es para usarlo demagógicamente, sin enfrentar las preguntas fundamentales: ¿Es posible prescindir de esos recursos? ¿Con qué los vamos a reemplazar? ¿Necesitan ser reemplazados? ¿Qué clase de economía estamos planteando?

El problema no es de ahora. La destrucción de los partidos, desde dentro y desde fuera, nos ha llevado a un escenario de franquicias electorales sin ideología ni proyecto político, creadas exclusivamente para disputar cargos públicos o venderse al mejor postor, sin más propósito que ser un aparato electoral para conseguir los objetivos personales de alguien

Lamentablemente, aunque la banalidad preside la campaña electoral, los resultados que ella arroje no serán nada banales.

Tal vez, lo único que quede sea optar, no por la promesa de algo, sino por quien comprometa menos el futuro.

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