La deuda pública ecuatoriana es de USD 58.000 millones. De eso, unos 18.000 están en bonos que se negocian en el mercado internacional. Esos bonos son, justamente, lo que hoy se está renegociando.
La razón para tener que ir a una renegociación es que el Gobierno no tiene la capacidad de pagar todas sus deudas. Es más, por ahora ni siquiera tiene la capacidad de cubrir algunas de sus obligaciones más urgentes (algo que se puede ver en los atrasos en pagos de salarios del sector público).
A esta situación hemos llegado por una mezcla de mal manejo económico, aplazamiento de ajustes y mala suerte. El mal manejo es, sobre todo, el despilfarro que se dio en las épocas de altos precios del petróleo. Es absurdo pensar que, entre enero de 2011 y diciembre de 2014, cuando el precio del barril estaba en USD 100, la deuda creció en USD 17.000 millones. Otra manera de verlo es que en esos cuatro años de gran riqueza la deuda pública se multiplicó por 2,3 veces.
El aplazamiento de medidas es lo que ha pasado en el país desde que el precio del barril cayó a fines de 2014 y en eso son culpables tanto el actual Gobierno como el anterior por no haber atacado el déficit fiscal.
Claro que tomar esas medidas es complejo y al Gobierno actual le ha sido tremendamente difícil de implementarlas, porque no se le dejó subir los precios de los combustibles (casi se incendia el país), no se le dejó subir impuestos (ha fallado varias veces con sus propuestas en el legislativo) y no se le deja bajar el gasto (le enjuician por bajar las asignaciones de las universidades públicas). Sí, es muy difícil subir los ingresos y bajar los gastos, pero se debió haber hecho más.
Para complicar las cosas hemos tenido mala suerte: los gastos necesarios para atender la pandemia, el desplome del precio del petróleo y la caída de las recaudaciones tributarias vuelven aún más difícil equilibrar las finanzas públicas. Y la cuarentena no ayuda.
Dada la situación actual, no es posible pagar la deuda y la única opción es presentar transparentemente las cifras a los acreedores y proponerles hacer cambios en la deuda.
El menú de cambios que se pueden hacer consiste en alargar los plazos, bajar el monto adeudado, bajar los intereses y tener años de gracia. Las opciones son bastante intercambiables entre sí, es decir, tener muchos años de gracia puede ser equivalente a bajar las tasas de interés o alargar los plazos puede ser equivalente a reducir el monto adeudado.
El plazo para culminar la renegociación es algo menos de dos meses y en ese tiempo habrá que demostrar a los acreedores que no podemos pagar lo adeudado, negociar una mezcla de las opciones de ese “menú” y llegar a un acuerdo.
Reto nada fácil.