Valeria dice con desparpajo que es más güera (blanca, en la jerga de sus padres) que su hermana. Pero eso no vale nada en sus planes de tener una profesión, porque Valeria no la tendrá fácil para entrar a una universidad en los EE.UU.; nació en México. En cambio su hermana menor, que es estadounidense, sí podrá hacerlo sin problemas. Más que una cuestión de ‘timing’ es una de oportunidades.
Y si uno está un poco despistado pudiera creer que el movimiento ‘Occupy Wall Street’ está en las calles pidiendo que el sistema dé una oportunidad a Valeria de ir a la universidad, de tener una vida mejor si así lo escoge. Pero al leer un reciente análisis que David Brooks publicó en The New York Times se entiende que pudiera no ser así. Peor aún: que la ‘American revolution’ que están planteando esos corazones bienintencionados quizá esté enfocando sus esfuerzos en la dirección equivocada. Entonces, las Valerias de este mundo tendrán que seguir esperando su chance, mientras los indignados se baten a muerte contra los malvados millonarios.
Es decir que el problema más grave no está en que unos pocos sean impúdicamente ricos y que el ‘99%’ restante, como les gusta identificarse a los Occupy, tenga que conformarse con menos… El meollo de la cuestión es que en general vivimos en sociedades que mezquinan las oportunidades; como la de estudiar y, así, aspirar a una mejor calidad de vida.
Brooks divide las desigualdades en dos tipos: aquella que vemos todos de manera evidente, ya sea en Manhattan, en la vía a Samborondón o en las cuasi mansiones de Tanda, en la que entre muy pocos se reparten mucho; y al resto nos toca acomodarnos en las diferentes escalas de la clase media… hasta llegar a la baja tirando para subterránea.
La otra desigualdad es la que hay entre quienes van a la universidad y quienes no. Esta última afecta de manera definitiva a muchas más personas. Pero no solo a nivel universitario; porque la diferencia entre ir a una escuela donde enseñen a razonar, inculquen el hábito de la lectura y se interesen por sus estudiantes, y un sitio al que solo se llega para calentar el puesto después de haber contestado “presente” es abismal.
Hasta ahora, Valeria también puede considerarse afortunada (en su colegio, todos los días, profesores y estudiantes dedican 25 minutos a leer literatura), porque ha tenido su oportunidad. Eso sí, no sabe lo que hará en el futuro, porque sin documentos en regla no puede llegar muy lejos. Mientras su suerte se decide, en Wall Street, cientos demuestran su inconformidad contra los que más tienen y en algunos países latinoamericanos hemos reciclado fórmulas caducas y autoritarias, pero a nadie se le ha ocurrido atacar el problema de fondo, para que en lugar de pelearnos entre ricos y pobres, todos tengamos una oportunidad… o dos.