Un sínodo, en el Derecho Canónico, se define como “una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo”. “Se trata de un órgano consultivo, aunque el Santo Padre puede otorgarle en un caso determinado potestad deliberativa; el Papa entonces tiene la potestad de ratificar sus decisiones”.
El sínodo es una institución creada por el Papa Pablo VI, en 1965, en respuesta a los deseos de los Padres del Concilio Vaticano II de mantener vivo el buen espíritu nacido de la experiencia conciliar. En esta ocasión, por la temática a tratarse, y siendo un sínodo denominado “extraordinario”, asistirán, de varias partes del mundo, a más de los obispos, varios matrimonios expertos en temas de familia.
San Juan Pablo II, ya en el año 1981, cuarto de su pontificado, con su Encíclica Familiaris Consortio, reafirmó imperiosamente que el futuro de la humanidad se fragua en la familia. Transcurridos 33 años no deja de estar latente su aseveración de que “la familia, en los tiempos modernos, ha sufrido quizá como ninguna otra institución, la acometida de las transformaciones amplias, profundas y rápidas de la sociedad y de la cultura”.
La familia es un grupo azarosamente vulnerable que hoy, como nunca, ha sido vapuleado, denigrado, lastimado; pero se yergue incólume a pesar del persistente y feroz ataque a su integridad, a su razón de ser, como institución natural, allende religiones, leyes o tanteos noveleros.
Al igual que otros papas a su tiempo, Francisco da la cara, responde al reto actual de inquietudes y situaciones que hienden sobre la familia, que requieren atención y claridad, reafirmación de principios y conceptos que, por la manipulación perversa y el aprovechamiento del facilismo y relativismo -propios de nuestra época-, exigen luchar contracorriente.
Desde el 5 hasta el 19 de octubre, en Roma, se abordarán, entre muchos, temas sensibles: la cultura de la falta de compromiso y de la presupuesta inestabilidad del vínculo; formas de feminismo hostil; fenómenos migratorios y reformulación de la idea de familia; pluralismo relativista en la concepción del matrimonio; influencia de los medios de comunicación sobre la cultura popular en la comprensión de la celebración del casamiento y de la vida familiar; tendencias de pensamiento subyacentes en las propuestas legislativas que desprecian la estabilidad y la fidelidad del pacto matrimonial; la difusión del fenómeno de la maternidad subrogada (alquiler de úteros).
Roque Morán Latorre / Columnista invitado