Bastantes problemas tienen los brasileños como para preocuparse por los de otros países. La imagen de Eike Batista con su cabeza rapada en una cárcel para presos comunes en Río de Janeiro fue conmovedora, pero la mayoría vio la fotografía como parte del paisaje que resume la corrupción que no acaba de ser desvelada, pero que ha colmado la paciencia de todos los que contemplan cómo la sociedad se pudrió.
Nosotros jamás conoceremos el destino de USD 33,5 millones que fueron repartidos por la mayor empresa constructora brasileña para adjudicarse contratos de obras públicas en el Ecuador; al menos antes de las elecciones. Hay una sola persona que conoce esa misteriosa lista y se llama “autoridad competente” y según The Associated Press no dirá nada porque está obligada a mantener el secreto sumarial que protege a las investigaciones en EE.UU. y en Ecuador. Entonces guárdense las ilusiones de ver una lista negra, blanca o roja, la “autoridad competente” se adelantó y la blindó, por ahora.
Incluso en Brasil, con independencia plena entre las funciones del Estado, no fue fácil dar con los sobornados y con los sobornadores, la clase política sabía, pero le daba terror aparecer embarrada, como en efecto ocurrió. Fue casi un lustro de investigaciones y hay que destacar el gran papel que cumplió la Policía Federal (PF) al indagar montañas de papeles, computadores, centenares de grabaciones telefónicas; para lo cual siempre necesitó del apoyo de las autoridades competentes, obligadas a guardar el sigilo de toda información. ¿Entonces cómo se supo? La PF no quería que su tarea se esfume o que la verdad tarde demasiado en conocerse; se supo por intermedio de “gargantas profundas” que filtraron la información a la prensa libre.
Recordemos que “garganta profunda” fue la principal fuente de dos periodistas del diario Washington Post que publicó, pese a las fuertes presiones del poder político, toda la investigación sobre un espionaje que terminó con la única dimisión que registra la historia de Estados Unidos: Richard Nixon. En Brasil las revistas Veja, IstoÉ, Carta Capital y Piauí, la mayoría de diarios de Sao Paulo y Río de Janeiro también se adelantaron a la siempre lenta “autoridad competente” y por esa razón casi un centenar de corruptos ya están cumpliendo sus penas en la cárcel. Para nosotros ha sido más fácil, a la “autoridad competente” le entregaron la lista, pero la lista no se toca ni se mira.
Volvamos a la imagen del empresario Eike Batista que nadie imaginó jamás y que la prensa mostró con la mayor libertad que da el derecho a la libre expresión. El empresario sesentón, que creó un imperio tan grande como Petrobras o Vale do Río Doce, está ahora en una cárcel para presos comunes y eso pesa en Brasil; nuestra lista simplemente se volvió imposible.