La Constitución de 1998 distorsionó el enunciado de la mayoría absoluta para elegir Presidente y Vicepresidente, distorsión que se recogió en el Art. 143 de la Constitución vigente, cual es de que no sería necesaria en primera vuelta tal mayoría –más del 50% de los votos válidos- si el primero llega al 40% de los votos válidos, con una diferencia del más del 10% de votos válidos, respecto al segundo. O sea, si el primero tiene el 40% de votos válidos y el segundo 29.99%, el tercero 15%, el cuarto 8% y el 7,01% se reparten otros candidatos, sin que haya habido mayoría absoluta real de candidato alguno, el del 40%, que es sólo primera minoría, queda electo a firme.
Por eso, Correa y todo el entorno del poder autoritario, incluyendo los medios de comunicación que controla, privilegian echar gasolina a la bronca entre los dos binomios supuestos “segundos”, con la pretensión de que –con audacias y audacias, en campaña desde el poder- su candidato llegue al cuarenta por ciento y los otros estén peleando por debajo del 30%.
No hay espacio en que el gobierno no haga campaña electoral. Revisaba una edición del El Telégrafo –en los hechos, vocero del gobierno-. Casi el 50% de los espacios estaba destinado a reproducir los ataques desde los de una opción “a segundo”, contra los de la otra opción, según encuestas, y los contra-ataques que se producen, en disputa del segundo puesto. Un 35% dedicado a alabar al gobierno y a sus candidatos; y, un 15% a noticias relativas a otros candidatos y temas.
A lo anterior, súmese la no depuración del padrón electoral, con miles y miles de personas fallecidas o nombres duplicados -The Washington Post evidenció que para la elección de Trump, su hija, Tiffany Trump, su yerno, Jared Kushner, y sus colaboradores muy cercanos en el Gobierno, Steven Bannon, Sean Spicer y Steven Mnuchin, entre otros, estuvieron registrados para votar en dos estados diferentes. ¿Cuánto de error?, ¿cuánto de intención de fraude?
En el debate de Guayaquil, hubo sugerencias muy interesantes de algunos candidatos. Muchos no votarán por ellos, porque, en términos de posibles resultados, hacerlo, no lo sentirían un voto útil.
Y en cuanto al “purismo” del voto nulo, será sincero en pocos, pero en el actual proceso electoral hay toda una campaña desde el entorno del gobierno: “si no quieres votar por nosotros, tampoco lo hagas por la partidocracia: vota nulo”, convencidos que esto favorecería a su candidato.
Fraude tradicional es agregarle una segunda marca a un voto válido y así anularlo. También lo es, marcar las papeletas depositadas en blanco y “dar votando” a ausentes y muertos.
Lector, ¿cómo va a hacer válido su voto, para luego no lamentarse?. Estará en su conciencia y en su patriotismo.