Concluidos los escrutinios y con un presidente del Ecuador electo, más que sobre el balance de una de las campañas electorales más conflictivas y carentes de propuestas en la historia electoral del país, hay que privilegiar la mira sobre el siguiente paso: la transición. Esta vez no existe la aceptación de una victoria sobre el otro pues muchos factores políticos afectaron la transparencia de los escrutinios, sobre todo en el tramo final. Fueron aproximadamente solo doscientos mil votos y hay reclamo en la mitad del país que vivió horas de alegría por los resultados preliminares de una encuesta, no se comprendió el silencio de Participación Ciudadana, aunque hoy se puede verificar que tenía un resultado muy distinto al de Cedatos; pero tampoco, el escrutinio electrónico final por una Escuela Politécnica pública o privada, sin presencia de delegados opositores no fue transparente. Mucho tiempo durarán las interrogantes sobre la ruta electrónica seguida entre las urnas, las actas y el escrutinio final.
En estas circunstancias hay que establecer premisas para este periodo que se extenderá hasta la posesión del próximo 24 de Mayo.
La primera es que se ha producido un cambio y que por mucha presión que exista para que “todo siga igual” alguna diferencia sustancial y no de maquillaje existirá. No se trata del juego perverso de ajedrez político que destroza a Venezuela: sale por muerte Chávez, entra su canciller Maduro en obscuras elecciones y después de ser presidente de la Asamblea se entroniza como poder tras el trono Diosdado Cabello. En esta tramoya los militares no son invitados de piedra, se sientan a la mesa y son comelones de cuidado.
Algún nuevo matiz deberá experimentar el círculo íntimo del poder, pues sería inconcebible que se mantenga el actual. Luego, es necesario que se conozca de manera amplia cual es la agenda de relaciones con la legislatura. Es verdad que existe coincidencia política y programática, pero hay diferenciar que ya no se cuenta con la mayoría anterior. Ahora la oposición tiene un porcentaje cercano al 50 %; por tanto, es indispensable abrir puertas para mínimos acuerdos, antes que pretender desbaratar a esa bancada para repetir la asamblea de los” borregos”.
Los temas nacionales son arduos y difíciles y hay que aceptar que el precio del petróleo, la enorme deuda pública que se hereda y el déficit fiscal construyen un marco de bienvenida muy diferente al que existía diez años atrás. El nuevo gobierno y el pueblo entonarán en carne la copla de Jorge Manrique “todo tiempo pasado fue mejor”. Hoy es diferente y es posible que se llegue a la conclusión en que el terremoto no solo fue un fenómeno de alto costo humano y social, sino que por osmosis sus coletazos llegaron a la economía pública, afectaron la sobre dimensión del estado y obligarán a la sustitución de la confortación permanente del estilo troskiano del gobierno que fenecerá en pocas semanas.